13 noviembre, 2008

CECILIA PODESTA

carta para la bailarina muerta

c, eres otro de los muertos de los que he escrito sin derecho. no he llegado a entender cómo tu muerte hizo algo tan extraño dentro de mí o por qué aun ahora que escribo, regresa de cierta manera y se convierte en esta carta inútil. en algún momento y después de que todos supimos lo que te pasó, te hiciste una parte de todo lo que me ocurría. y escribí algo sobre mí que era tuyo, tan tuyo, o más y fue el comienzo de una danza absurda de movimientos torpes bajo la música que hacía mi cabeza contra los muros:
"ella bailaba bajo la nieve/ durmiendo y con las piernas quietas/ inventando la locura sagrada/ de otra muchacha y su amante en beso/ que se convidaban en el aliento helado /un poco de su muerte y consuelo".
eras tú bajo la nieve, quieta, o desnuda y hallada por fin y sobre una lámina fría, tendida y tan inmóvil, tan sola.
tu muerte había traído el beso y con él vendría la enfermedad como una enredadera alrededor de mi cuello.
te imaginaba intentando llegar al escenario para tu danza perfecta mientras cerrabas los ojos y tu cuerpo dejaba de moverse poco a poco para quedar más que quieto. ya habías perdido todo. te imagine así una y otra vez. volvías a mí como la imagen de un fardo helado y terminaba yo hecha también un fardo de llantos sobre la cama. nunca dejó de ser extraño tanto llanto quizá porque no cruzamos una sola palabra… de repente una mirada o dos en algunas de las clases que compartíamos, pero no más, de haberlo hecho estoy segura de que nos hubiéramos caído muy mal. te veía caminar por la facultad siempre sola, como si tú fueras un mundo ajeno a este sin necesitar nada y quizá pensaba que nos parecíamos un poco.
también se leía en tus ojos que morirías sola.
una noche supimos lo que te pasó. sentí que mi corazón latía como una piedra helada y pesaba tanto dentro de mi cuerpo y de tal manera que terminaré arrastrándome sobre el suelo sintiendo sólo rabia y pena. sólo podía hablar de ti y de cómo tu muerte me iba invadiendo como una enfermedad certera. y de una manera desesperada, la danza torpe comenzaba en mi voz porque le decía todo esto al hombre que pondría sus manos sobre mi cuello con ternura para formar con las mías, una enredadera seca y espinosa. le hablaba de ti con miedo, con tanta rabia convertida en un llanto tembloroso. le decía: viste las noticias? ella era amiga de mis amigos, no la conocía o la conocía poco. le decía también que todos hubiéramos querido para ti una muerte distinta. de haber sido así, no me hubiera arrastrado la rabia y la pena a la mesa fría en la que imaginaba tu cuerpo, cuando lo encontraron, semanas después de tu desaparición.
cuando todo estaba oscuro veía como te dejaban en ese bosque para que la nieve te cubra, te abrace, y esconda tu cuerpo: salvajemente golpeado y violado, tan humillado… tan humillado maldita sea. y ese bosque, c, era mi cama; la nieve la colcha y la muerte: la que tocaba mi cara con mis propias palmas. puedo imaginar una muerte peor, quizá más salvaje, pero no más triste y sobre un escenario tan frío y lejos de todas partes. pienso en moscú y el viento que recorre ese mismo bosque me acaricia la cara como a una muerta más.
todos leyeron la triste historia de la bailarina que fue violada y asesinada en rusia. no sabes cuantos titulares ocupaste, ni cuanta mierda se dijo. mi abuela quiso consolarme mientras veíamos las noticias de la noche, pero salí a buscarlo a él.
todos lloramos por ti. todos fuimos desgraciados contigo. incluso ella rezó con el miedo que sienten todas las madres cuando muere el hijo de otro.
y yo, que no era nada tuyo, lloraba por cada cosa de la que te hablo cuando él me besó. lloraba ya sin poder rezar como mi abuela, sin poder hablar. entonces él rodeó la herida: esa boca que se abría para intentar decir tu nombre y negar la violencia de tu muerte sobre mí. había esperado mucho por él. sin embargo, todo podría parecer tan falso. esta carta podría incluso ser más falsa aún porque nunca hubiera imaginado que podría llorar de esa manera por una muchacha a la que apenas conocía. después cada cosa se convirtió en esa noche: y él en una maldición cada vez que me tocaba la boca, lo recordaba y se volvía un gran pálpito. se inició así mi danza absurda alrededor de la tuya, una danza mortuoria que me besaba y me arrancaba el labio como si arrancara el amor con hambre… el inútil amor.

de pronto tú y el miedo eran la misma masa bajo la nieve.

el miedo y él fueron la misma masa sobre mí.

cayó la misma nieve sobre mi cuerpo y fui tras la danza lisiada, tras el inútil amor y las espinas secas rodeando mis piernas, hasta que descubrí al hombre en su sueño y vi salir un bello animal de la misma boca con la que me besaba. y es estaba tan muerto como tú y hacía mucho. no lo vi porque yo seguí rodeando la herida e inventando un amor para los dos.


ahora tu nombre en mi boca desaparece como al final de una oración repetida tantas veces que se hace vana. ha pasado mucho tiempo, debe ser eso. seguirás en tu danza delicada, cada vez que yo lea esto, como cuando abro una caja de música y veo a la esbelta bailarina de plástico, con los brazos elevados y las manos juntas, reinventando mi locura. y tan muerta, tan inmóvil ella estira los brazos de plástico como tú. ella estira los brazos como yo en mis peores pesadillas, y parece tan dulce, tan fría y recibe nuevamente esa noche como recibe la música que sale de la caja sobre la que baila. conoce cada detalle y sabe que la historia alrededor suyo ya no es sagrada y que si danzó cerca de algún precipicio, cayó sin darse cuenta, envuelta en su música, para volver a la misma caja y estirar los brazos, tan esbelta o tan equivocada, cada vez más lejos y menos sagrada. y sabes por qué lo era, c? sabes por qué creía que todo aquello era tan importante? porque no debía ocurrir, porque el sólo acto era equivocado. el error lo hizo sagrado.

tus ojos, hija, no deben resbalar de esa manera, escuchaba mientras iba cayendo cada vez más, tan de plástico y envuelta en la música como en una llamarada que hacía arder mis cabellos. recuerdo, c, que me aterraba tocarlo y no querer dejarlo nunca. me aterraba tocarte, tocar tu cuerpo helado en mi más sádica alucinación teniendo la palma de mi mano en mi propia carne y sentir la muerte arrancando con calma mi piel y que me siguieras siempre para matarme con mis propias manos. me aterraba tocarte en mi carne como a una mujer maldecida, o tocarlo a él en mi piel maldecida únicamente por tu boca quieta que era la mía y que te inventaba para caer también sobre la nieve y ser la misma danza muerta y extendida. ahora se cierra la caja. mira como bajo las manos y deshago el movimiento. dejo tu danza y me dejo ir como quien ya tomó demasiado de lo que no era suyo. descansa de mí y de mi maldita costumbre de hacer de todo un poema o una prosa ilusa. te veré sobre un escenario en alguna mujer que se te parezca demasiado y sé que te quedarás ahí sin saber que alguna vez te escribí una carta como esta, para enterrarte como se hace con todos los muertos cuyos cuerpos esperan la ceremonia. no vas a venir a susurrarme al oído tu muerte nuevamente, no va a venir más tu desgracia, ni tu danza sobre mi cuerpo o sobre mi carne que era en las manos de él, sólo una fábula más porque el amor se inventaba y reinventaba en mi cabeza intentando historias tan inverosímiles como el hombre del que te hablo. mi carne consumada lo descubrió lentamente como una fábula vana y vulgar que se sirvió de tu música y de mi extraño hábito de convertir en mitos a las historias y hombres equivocados. guarda ahora tu danza fría, c, tu muerte y tu bosque helado. yo no escribiré nunca otra sola oración o palabra que te nombre, porque como ya te dije, me alejo como quien ya tomo demasiado de lo que no era suyo.


noviembre, año 005

5 comentarios:

Anónimo dijo...

GUSTAVO, POR FAVOR, TE PIDO EN TODO CASO MOSTRAR SOLO UN ESTRACTO, IGUAL A UN PARRAFO. ESPERO LO ENTIENDAS. GRACIAS.

CECILIA

MQ dijo...

GUSTAVO, SOY AUTORA DE ESTE TEXTO Y TE HE PEDIDO REITERADAS VECES QUE POR FAVOR, LO RETIRES. CONSIDERALO. ASI COMO CONFIÉ EN TI COMO EDITOR CUANDO ME LO PEDISTE PARA LA TORTUGA ECUESTRE EN VERSIÓN IMPRESA. GRACIAS.

CECILIA PODESTA

CECILIA PODESTA dijo...

GUSTAVO AUN ESTOY A LA ESPERA DE QUE SAQUES EL TEXTO. SOY LA AUTORA Y ES MI DECISIÓN. POR FAVOR NO TARDES MUCHO. GRACIAS

MQ dijo...

es mi texto y no quieres quitarlo, no puedo hacer nada más que decirte que eres un mediocre que gusta de molestar a los demás porque no pasa nada en tu vida. no eres siquiera un poeta. eres tan mediocre como tu lenguaje.

Anónimo dijo...

como es posible que el poeta Gustavo Armijos tenga esa clase de personas conocidas con él está haciendo lo mismo que hizo con el Doctor Abelardo Oquendo, esa es su costumbre desacreditar a la gente en su beneficio personal.CREO QUE ES UNA PARAOICA, ESQUIZOFRENICA.