04 diciembre, 2008

Acerca del autor : ensayos, artículos y más

EL PROCESO LITERARIO VISTO POR DENTRO
CELEBRACIONES DE UN TROVADOR
Por Edmundo Bendezú
Es un título irónico para el primer libro de poemas de Gustavo Armijos, director de la revista poética La Tortuga Ecuestre, cuya obra poética se encontraba dispersa en diferentes publicaciones. Gustavo Armijos es algo más que un trovador señorial, es un poeta que para sus cortos años ha vivido intensamente y ha acumulado un rico registro de experiencias que trasmuta en poesía con franqueza y a veces con lenguaje crudo. Del trovador medieval sólo tiene sus andanzas por las tristes y sucias calles de las ciudades que ama y odia apasionadamente; y en cuyos rincones funda sus castillos de desesperación. Armijos tiene mucho más de esos poetas bohemios a quienes antaño, una sociedad burguesa les colgó el epíteto de “poetas malditos”, y que más recientemente, en latitudes anglosajonas, originaron todo un estilo de vida y de ver el mundo que se deshace en las grandes urbes norteamericanas: son los poetas “beat”, marginales por rebeldía y por el último placer de la gran originalidad en las estrechas sociedades de un mundo super industrializado. En su estilo o en sus huellas, ya bastante trilladas a estas alturas, pero no por trilladas menos patéticas, las 29 celebraciones de Armijos constituyen, más bien, un testimonio de gran sensibilidad poética, vulnerable y dolorosa; testimonio de que nuestras pobres urbes, dentro de la línea del progreso de la civilización occidental y cristiana se están convirtiendo en semilleros de alineación, angustia e infelicidad humanas. Armijos con sus 25 años a cuestas celebra pues este deterioro desde sus “19 años malgastados” tratando de entenderse y entender al resto del mundo. Yo no sé si las fervorosas lecturas de Ezra Pound, T.S. Eliot, Gregory Corso, Hart Crane, Robert Frost y, sobre todo, del gran bohemio y fabuloso poeta galés Dylan Thomas, le ayudarán a Gustavo Armijos a comprender mejor la condición humana en estas tierras; en todo caso, sus CELEBRACIONES DE UN TROVADOR os dice mucho de una juventud atormentada, exiliada en su propia tierra y que mira todavía con fascinación hacia lejanas playas de donde suponíamos nos vino todo lo mejor de nosotros; y, con rabia y amargura, el poeta seguirá escuchando “La Contamanina” y escribiendo sobre el drama de una generación.
En El Comercio – Lima, Domingo 1º de enero de 1978.

EL TRAYECTO DE LO IMAGINADO
LIBROS DE POESÍA RECIENTE LATINOAMERICANA
Por Manuel Ruano
Nacido en Piura, Perú, Gustavo Armijos es uno de los poetas de las promociones más jóvenes de su país. Dirige una pequeña publicación llamada “La Tortuga Ecuestre”, cuyo título que tomara del surrealista César Moro, viene a ser la tarea apasionada y admirativa hacia aquel poeta peruano. Compenetrado con la poesía Underground, Armijos intenta en su libro Celebraciones de un trovador, un itinerario complejo, luminoso. Empleando muchas veces las técnicas del collage, en una combinación de voces de diversas fuentes, amalgama un trayecto visionario y desesperado de la rutina y del caos de su tiempo. En “El fracaso del protagonista”, dice:Tendido como vaca sobre un establo; Gregory con uniformede espía comenzaba a sonreírmedonde la baranda opuesta, como linterna de faro marinocon su chaqueta y sus 100 soles-aquí también- este recuerdo como la arena mojadadonde su cuerpo se echabatendido como vaca sobre su establo; Gregory con sus dientescariados con su canto vacío de hojalatadirigía caravanas borracho inyectándose la soledadde las ranasconstruía y levantaba su casa (no como muchos)con todas las comodidadesy su mujer le gritabadestruyéndole los muros que había edificadocon estrambotes y el toque de la flautay su gran aflicción de comer perdices emborrachadas con vinoy por el trabajo que no sirve para nadacantando oscuras notas de algún letrado.
En Ultimas Noticias
ANTOLOGÍA POÉTICA DE LOS ÚLTIMOS TIEMPOS EN EL PERÚ XVII
Por Augusto Tamayo Vargas
Gustavo Armijos (Piura, 1952) uno de los más jóvenes poetas de nuestro país, ha realizado en pocos años una tenaz tarea de producción poética y de divulgación al mismo tiempo de la poesía. Con su revista La Tortuga Ecuestre difundió, al par que su obra, la de otros miembros de su generación y también de las anteriores, en un perfeccionamiento cultural que ha ido cimentando una personalidad literaria donde se combina cierta erudición –incluyendo traducciones como la realizada con la poesía de Dylan Thomas- con un lenguaje “criollo” en que caben las manifestaciones de diversos sectores del país. La Editorial Ames acaba de publicar su libro Celebraciones de un trovador, donde no dejan de intercalarse textos de lectura variada y un persistente presentar de mundos diversos –ajenos a su trayectoria vital– y de escritores preferidos como Froust, Pound, McLeish, y sobre todo Kerovac y Allen Ginsberg que dejan una impronta beatnick en todo el proceso poético de Armijos. Es de notarse estas manifestaciones al lado de la consiguiente insatisfacción por la realidad objetiva que lo circunda, en que asoman juegos, cantos, paisajes, transcurrir asfixiante, desolados basurales , de su perspectiva crítica en que Ricardo Gonzáles Vigil (Suplemento Dominical de El Comercio, 7 de agosto de 1977) cree encontrar, sin embargo, la esperanza de una epifanía a través de la palabra. Armijos conserva, en gran parte, la poesía abierta y la conservación poetizada que viene desde Antonio Cisneros y desde Hinostroza en dos caminos de la emoción y el raciocinio, rompiendo en largos circunloquios todo el atropellado desdén y la angustiosa insatisfacción de un mundo que no le responde en su ansia de encontrarse y de encontrar algo al fin.En Contacto, Lima, setiembre 1977, Año 3 – Nº 30LAS ANGUSTIAS DE UN POETAPor Juan Félix Cortés EspinozaGustavo Armijos se confiesa: “Y la risa recrea mi vergüenza / Manos que entran y salen tratando de disimular remando esta poética / y me quitaron todo antes de entrar a la cárcel / pero no han logrado arrebatarme este hato de versos / que levo prendidos a la solapa de mi condena. /Si no conociera de cerca al poeta, no estaría alistando el significado de su enorme poesía en los momentos de nuestra época, martirizada y bien sentida por un artista de componendas. La poesía de Armijos, trasluce esa angustia que tanto reprochamos y que tanto la necesitamos para seguir en la difícil tarea de poetizar lo exterior o lo exteriorista como afirma Ernesto Cardenal.En toda la obra “Celebraciones de un Trovador” encontramos las mismas implicancias humanas y desgarradoras de una generación sino muy bien definida, si bien ubicada con sus lamentaciones e inseguridades, propia y única imagen de la sociedad trastornada por hambre, prostitución, deslealtad, etc., etc. / Yo libraré inútilmente otra lucha, poner en su sitio a Tania de Souza Zúñiga y todo será innecesario / cuando las fieras en el campo de batalla se rifen nuestros cuerpos. / Y mientras con cautela miro: Colecciones de magníficos cuadros, conjuntos excepcionales de Renoir, de Cezanne, de Rouseau, de Modigliani, de Braque, de Matisse, de Max Ernst y telas antiguas de “Le Namin”, de Carot, de Courbet y de Chaurdin / luego como un estúpido tendré que escuchar la CONTAMANINA y escribir este poema que refleja todo el drama de una generación. / Los textos, siguen una dirección de exhibirnos gráficamente sitios y vivencias que atañan a un grupo social que de una u otra forma intervienen o participan en la travesía de Armijos: Una notoria soledad cargada de angustia. Y el poeta en casi todos los poemas pone de manifiesto su tristeza de homo sapiens y su poquísima alegría de ser, realizado en una ciudad de cemento, donde el amor va y viene entre sueños. Armijos, construye mundos y sueños, construye por otro lado un persistente latido de amor a la mujer. Y su constancia atraviesa los límites y cae en la esclavitud del sentimiento.; luego se refugia en una angustia insobornable. Una situación que se da en los poetas que aman radicalmente su país, la familia, los amigos, la compañera que, distante de entender y sentir al poeta se siente incapaz o desleal hacia modus vivendis del creador. Celebraciones, nos afirma descubrir cualquier ciudad lujuriosa y religiosa al mismo tiempo. Ciudad de mansiones y también de seres abandonados. Un sistema que subyuga, hiere y aniquila a los que moran sus parques, calles, escaleras y callejones. El Trovador se dedica a expresar la más auténtica devoción colectiva que se encuentra en vías de salir no repentinamente, más bien con esclarecida actitud de construir una pequeña convivencia de valores y un medio mejor al heredado, por razones mil y que es obvio señalar a pesar que muchos tratan de ignorarlo, por mantener intereses que les compete para asegurar su existencia privilegiada.En general -pienso- los antiguos peregrinaban en la pretina de los carros / y corrían bajo eucaliptos untados en verano de resplandor / para recibir la brisa entre herrumbre de tranvía. / La enlatada luz de las calles reflejaba los rojos cuerpos / de los abuelos ermitaños. / Y así paseaban al costado de la pila en la Plaza de Armas / Y la pila seca y metálica les ofrecía un sándwich con hollín de mejilla / El tiempo entorpecía como piel de carro manchado y su horror más grande fueron las boticas y las llamadas telefónicas diabólicas / Y decían: Los principios de la máquina vomitan siglos de locura / o toneladas de avena para los suicidas /. Y nuestros días son diferentes en los muelles de la claridad / y los romances nuestros no tienen la dureza de un pellejo de tambor / Ahora tenemos que correr hacia espigones / donde las flores arden como rayos lasser / en los pantanos de la edad/. Y aceptaré aquella noche larga en que cubre de alfombras / de polillas esta vida / manifestaciones de la droga espiritual / salpicada por el ardor de 35 voltios. / Cambio de sustento tirado en el sofá / y me alucinan los recuerdos / como ráfagas majestuosas / y con pesadillas en calles inmóviles y verduscas./ Antes de la comida los abuelos –sabios y amables-/ Con la nariz enrojecida por el tabaco humeante / me quitarán la sórdida claridad del 900/. (“NOTAS DE LA IMAGINACIÓN BRILLANTE”).El poeta lector de la literatura inglesa, cita y pretende desde el inicio hacer conocer una influencia importante en la elaboración de sus textos. Lo confirman en muchos pasajes poéticos y dedica a ciertos poetas nacionales un abrazo fraternal a través de la poesía. Lo cierto también es que Armijos, educado en centros religiosos en la cálida Piura, aborrece en algún modo la prepotencia de una educación que sirve o no, según los hallazgos del poeta. El tránsito para llegar a lo inhallable y descubrir el inicio de su angustia. En cada paradero del tiempo que no le puede dominar Armijos, extrae experiencias y las muestra poéticamente. Canta a lo exterior. Y si la ciudad ofrece la sapiencia y la herida lacerante, el mensaje se propone abiertamente, sin compromisos con nadie, sino con su propia vida que es la identificación de los más que sufren el pecado de ser hombres que buscan su identidad en la ciudad que no recoge y guarda sueños. Pareciera que “Celebraciones de un Trovador”, es un examen de conciencia desde el punto personal y creo que lo es y aún más es el espejo de un grupo social turbulento, donde la angustia, la soledad, están en permanente ebullición. Y es cuestión de espíritus sensibles que canalizan sus vivencias y soberbias aventuras que los elevan a un nivel excepcional. Ahora lo fundamental es cantar, ubicándose con los sufridos que atormentados llegan a agruparse y liberarse. La alucinación de Gustavo Armijos parte de su realidad y sus sueños, son tan comunes en todas las gentes angustiadas por motivos implícitos y novedosos en la hora presente.Por último la obra en referencia redime un lenguaje de forma experimental y de un fondo tenaz, de poetas que aportan la experiencia en sí. “Celebraciones de un Trovador”, es por otro lado una preocupación de años, una entrega personal, un hallazgo de una generación sin brújula, pero con inmensas posibilidades para transformar la podredumbre, la ineficaz política de una orden que persigue y reprime.La editorial Ames, con criterio serio y reconociendo a los nuevos poetas representativos de una generación, publica el libro que mantiene su vigencia por las importantes confesiones que se dicen; en otras palabras la exposición de un hombre común que transita y que escribe de la vida, del país, de las cosas del futuro. Esto lo escribe un poeta y celebra lo malo y lo angustioso. Reflejar la ternura, la rudeza para sobrevivir, la realidad que corroe. Esto importa, como también importa liberarnos de la angustia que impone el sistema.
En Suplemento “La Industria”
NUEVA POESIA PERUANANOTAS SOBRE UN TROVADOR
Por Ricardo Gonzáles Vigil
Precedido de una actividad poética destacable (la publicación de la plaquette Retrato humano, en 1971, y la dirección de la infatigable La Tortuga Ecuestre, a partir de 1973, apareció hace unos meses Celebraciones de un Trovador (Lima, Edt. Ames, 1977, 93 pp) el primer libro de Gustavo Armijos (Piura, 1952). Fruto de varios años de exploraciones verbales, cernido de lecturas y cavilaciones sobre los tópicos más diversos de la cultura contemporánea, este poemario vertebra a través de un estilo sostenido y convergente atmósferas y anécdotas diversas, las cuales debidamente agrupadas en ocho secciones, constituyen las “celebraciones” que entona este trovador contemporáneo.El trovar de Armijos asimila fructíferamente la renovación introducida en la poesía peruana por los autores del 60 y 70 (para el caso, gestores de tendencia ininterrumpidas, y no hitos de supuestas “generaciones” diferentes o mucho menos contrapuestas), particularmente Antonio Cisneros, Rodolfo Hinostroza y Mirko Lauer, por un lado, y Enrique Verástegui, por el otro. En este sentido, es nítida la impronta que ejerce la lírica de habla inglesa: desde el siglo XVIII de un Blake y el XIX de un Browning y un Hopkins, hasta el XX de un Eliot, un Pound o un Dylan Thomas, sin olvidar autores tan disímiles como el religioso Thomas Merton y el beatnik Allen Ginsberg (la misma referencia al trovador nos recuerda el interés de Pound por estos cantores medievales). Incluso la impronta de los grandes autores franceses de las “modernidad” estética (Baudelaire, Rimbaud, el grupo surrealista, fundamentalmente), reivindicada, vía César Moro, por el título de la revista La Tortuga Ecuestre, cede ante el ímpetu de las corrientes anglosajonas; aunque sería necesario reservar a Francia el dominio de las fuentes ideológicas de Armijos (revisiones del marxismo y el psicoanálisis, contribuciones estructuralistas, desarrollos de la semiótica, interés por el kitsch y los medios masivos de comunicación). Se diría que en nuestra época los trovadores de Francia requieren del lente transfigurador de U.S.A. e Inglaterra para ser más fieles a sus objetivos.La mezcla de elementos cultos y populares, muchas veces disonante y tensa, confirma la ubicación de Armijos dentro de la nueva poesía peruana. En Celebraciones de un Trovador (un trovador cultista con ademanes de juglar popularista) está al servicio de un impulso en cierto modo antitético. En una dirección, ilustra el ensanchamiento del lenguaje de la poesía que persiguen muchos escritores contemporáneos enmarcables dentro de alguna fórmula antipoética (negación o cuestionamiento del ejercicio poético, asunción de la cotidianeidad y el coloquio); ensanchamiento en el que Armijos se complace con acierto, aunque a veces en exceso. En otra vertiente, responde a una repulsa condenatoria de cuño cultista (el trovador fulmina al juglar que hay en Armijos), en la que los rasgos popularistas son desenmascarados como alienante masificación de la civilización actual, en oposición a la auténtica expresividad del pueblo.Sirva de muestra un texto clave: “Canción con estilo de latinista medieval” (pp 36-37). Ahí se deslinda entre el trovador Armijos y una cantante popular que debe ser Tania Libertad. Armijos se sitúa dentro del rumbo adecuado al arte, es decir el de índole cultista, desdeñando las convenciones de los productos masivos, pero, sin embargo, padece la atracción de estos últimos. “Yo libraré inútilmente otra lucha, poner en su sitio.."
LAS CELEBRACIONES
Por Manuel Pantigoso
Caminar entre humos y nieblas observando, recordando o “tensionando”, no es solo una forma de describir la postura física y mental del poeta Gustavo Armijos; las tres formas del tiempo existencial conforman también, una actitud que determina, en la intimidad del receptor, la función configuradora de su poética. La imagen de la ciudad como “proyección” penetra y muestra la resonancia interna, llegando a ser el símbolo que explica todas sus formalizaciones. La correspondencia última entre ciudad y mundo interior se da –siguiendo a Emil Staiger- a través de “lo dramático”, como “tensión” (Spannung) de la voluntad o “presentación” de las ideas, con solución en este caso suprarreal, en donde se advierten “lagartijas que suben hasta las paredes incalculables de la luz cotidiana, y frente a la cual “es mejor seguir escribiendo”, escuchándose en el espacio hasta obtener otro lustre.Lo dicho acontece en Celebraciones de un Trovador (Edit. Ames, 1977) en donde “mirando las vidrieras de la locura” el poeta “exalta” las repercusiones que la realidad (presente, pasado y futuro) le produce en el ánimo, hasta el pavor. Esta forma de oír sus propias pulsaciones, de mostrar sus recuerdos, sus obsesiones y abandonos, es la respuesta solitaria y vergonzante a un mundo que Armijos desecha con amargura y casi siempre con burla. La atmósfera de sus poemas tiene, a partir de sus distintas “bandas” o “lados” generalmente contradictorios por sus tonos, su propia síntesis dialéctica, el oscurecimiento psicológico. Hay algo así como un estado gaseoso –el propio cedazo- que finalmente cubre y hace uniforme las marcadas diferencias de la realidad o de la irrealidad conculcada, por donde este trajinante de mil faenas va con sus rabias y silencios, con sus sueños y naufragios, bebiendo a partir de ... visual, lo maravilloso o sobrenatural en la palabra, para zaherir y expresar a lo concreto. Este sabe ver y sabe sentir.......... “En general –y pienso- los antiguos peregrinaban en la pretina / de los carros, y corrían bajo los eucaliptos / untados en verano de resplandor / para recibir la brisa entre herrumbre de tranvía./ La enlatada luz de las calles reflejaba los rojos cuerpos / de los abuelos ermitaños” (“Notas de la imaginación brillante”).La radiografía de lo interior a partir de la aparición de las sensaciones e impresiones inmediatas es el mejor logro estético de este trovador que, pese a las diferentes voces que lo acechan, logra decantar su propia y original manera de decir a partir de un motivo que asocia sus correlaciones en el texto y contexto de “collage”. Otras distintas épocas y espacios se entrecruzan lugares y distancias, se desdoblan personajes, preguntas y respuestas dentro de un monólogo interior alucinante en donde hasta el tiempo, que no airea sino petrifica y estanca, es arrasado por los propios vientos y deglutido. A esa interioridad consagra la calidad real (lenguaje, intencionalmente grosero, en algunos casos y la realidad irreal –o irrealidad real- (lenguaje mágico con tendencia a lo maravilloso). Mucho en todo esto lo encontramos en “/365/ EL ROSTRO IMPLACABLE / y / o. EL GRAN ARCO IRIS”, uno de los trabajos mejor logrados y el más significativo de la manera de poetizar de Armijos: “Estoy en el primer día del año y recorrí miles de kilómetros golpeado por bigotes de gordos reyes / quería saber si podía llegar a la línea ecuatorial y los reyes / comían droga / en el estremecimiento de la purificación. / En la torre de Pisa, más allá, a la derecha encontré un huevo / de ladrillo / cuatro cucarachas que golpeaban / sobre la cabeza de Salvador Dalí / y enormes groseros roedores en el relámpago / de brincos / Pero estoy parado a la deriva en el cine Colón, encadenado / a la travesía de ruedas y calaveras”.Un rasgo estilístico, representativo de esa superposición de planos, es la constante utilización del polisíndeton. La reiteración de la conjunción “y” dramatiza la observación que se agolpan en la unidad abstracta de la psiquis. En la totalidad que se edifica con el desorden o anarquía de las partes, a nivel de una acezante relación interna. Después del fragmento ya citado de “Notas de la imaginación brillante” leemos lo siguiente: “Y así paseaban al costado de la pila de la plaza de Armas. / Y la pila seca & metálica les ofrecía su sándwich con hollín / de mejilla / El tiempo entorpecía como piel de carro manchado / y su horror más grande fueron las boticas / y las llamadas telefónicas diabólicas. / Y decían: los principios de la máquina / vomitan siglos de locura / con toneladas de avena, para los suicidas./ Y nuestros días son diferentes en muelles de la claridad / y los romances nuestros no tienen la dureza de un pellejo de tambor”. Pero también el polisíndeton, a nivel de una lectura específica de la cadena fónica, concentra la atención en cada una de las partes cuando éstas no han sido unidas por una lectura totalizadora. De esta manera podemos “ver” lo que muestra el poeta: “Y al momento de mi visita esgrimes estos sables”, “y el barandal de tu casa, “Y la noche cruje en tu ropero”, “Y gaviotas desvían tu beso del cielo hacia el final”. “Y el Rimac camina a dos orillas y un cauce”, “y tu espíritu puntiagudo resbala hacia las losetas” “y bulle algo en nuestras cabezas” “Y las campanas anuncian el ladrido”, “Y, detestamos el terrible ruido de las turbinas de un avión, “Y tus órganos genitales irán en busca de escaramuzas con / los míos” (“Lo que canta un pata de Althusser 2”) Con recortes conscientes e inconscientes se estructura el poema. En este “espacio reconstruido” la realidad prendida, arraigada, echa otras raíces, cautivas en el nuevo resplandor: “no han logrado arrebatarme este hato de versos que llevo prendidos a la solapa de mi condena”, “Y hasta la irrealidad donde resplandecen las anatomías de las mujeres están como colibríes prendidos de una rama”. Asfixiado por el medio Gustavo Armijos se venga haciendo salir los vapores de sus propios versos, “conversando” en la luz perpetua.
21/12/1977 El Comercio
LA POESIA DE GUSTAVO ARMIJOS
Iván Rodríguez Chávez
A través de la Editorial Ames, Gustavo Armijos, ha publicado su primer libro de poemas, con el título de Celebraciones de un Trovador, sobre la base de la selección que el propio autor ha hecho de toda su producción dispersa en periódicos, revistas literarias y textos inéditos.Esta entrega resulta sumamente meritoria porque significa la coronación de un ideal y de un esfuerzo de un joven poeta que no obstante sus 25 años de edad, persiste en la creación, divulgación y canalización de inquietudes literarias de otros valores como él, a través de la revista literaria “La Tortuga Ecuestre”.El libro de Armijos nos exhibe algunos valores que evidencian un estilo identificable entre los distintos integrantes de las últimas generaciones literarias del Perú, especialmente la del 70 a la cual pertenece el autor.Un rasgo fácil de apreciar es el carácter autobiográfico de sus composiciones. En casi toda su poesía está presente él como personaje inmerso en las vicisitudes de cada día.Ha escogido un tono confidencial, nostálgico, pero moderado, aunque sin carecer de expresiones enérgicas, descarnadas y hasta crudas; cuidándose a la vez, de no incurrir en el extremo opuesto de la vulgaridad injustificable, inoportuna y desubicada en su contexto.Fui arrojado hacia los corredores de su palacio, irrumpí en sus dominios y los profané. Mis únicas armas fueron Bifetamina 20 y Dexamil / fui infectado de miedos / el gallo cantó / los perros aullaban y subí por escaleras de espanto / que me condujeron hacia el trono del Señor / postrado ante él canté, canté.Forma parte del rasgo autobiográfico y el tono confidencial –que no es quejumbroso- usado por Armijos, la mujer. Trátase de una mujer concreta, aunque no individualizada; sufriente, víctimas de una estructura social que la suma en la explotación y el desamparo.En este aspecto Armijos se aleja del prototipo poético que siempre nos presenta la imagen de una mujer angelical pura, intocada y plena de virtudes. En cambio, la mujer en la poesía de Gustavo Armijos es un ente que llama a la sexualidad, la despierta y la realiza.Pero beberé el agua dormida en la playa de tu cuerpo / y si nadie se apiada de mí / llenaré mi corazón de silencio/. Subiendo a un barco en medio del Atlántico / sin timonel por complacerte o mirando una vaca medio muerta en el pasto / cerca de la montaña donde encuentro / astas de toro, pedazo de corteza, hierba arrasada por el agua.Las otras presencias en la poesía de Armijos, son el abandono, la soledad, la familia, los amigos y el ambiente dentro del cual se halla inserto, acentuando un afán de ubicación geográfica inmediata, cuya configuración responde al mundo de sus experiencias más que de sus ensoñaciones y deliquios.Fui un muchacho de corazón salvaje / Convertido en oso entre caras meditabundas / ¿Hasta qué instante podría consolarnos Ana Frank? / derretida como nuez entre los dedos de mi suegro.Y para él fue el borracho atropellado por la luz del patrullero / Y sin cantar en voz alta fui un muchacho de corazón salvaje que pagaba alquiler, luz agua y otra gabelas / Y me largué creyendo que la ciudad no tenía retamas ni la vigilia en el llanto de mi hijo.Me inclino porque el esfuerzo del poeta está logrado tanto en el rostro de los personajes: hombre y mujer humanizados más que divinizados, sumidos en sus afanes y padecimientos como en el nivel del lenguaje, cotidiano y prosaico. Ambos elementos, en conjunto, elevan el poemario a la categoría de un acertado testimonio de una época enfrascada en encontrar un nuevo tipo de vida aunque en el cambio hacia esa próxima aurora los personajes se dejan envolver por las fuerzas dominantes de un grupo social decadente.He caminado entre postes de uranio, completamente desnudo, gritando por un mundo mejor./ Es verdad, nunca pretendí un lugar en las fábricas, y mi hombro sin embargo estuvo deslizándose entre cantimploras infernales./ Estuve obsesionado por las semanas que pasé en hospicios de obsesión y abandono, no recordando un supermercado solitario y apócrifo, un suburbio industrial, los sótanos del sueño donde se acumulan historias cotidianas interrogándome al borde de los precipicios ¿soy la reencarnación de un sicótico del siglo XVIII?Celebraciones de un Trovador, por su tácita proyección al futuro, no únicamente significa una realización personal, sino un desafío y un llamado a la edificación de un pronto amanecer literario y social, que ya no se hace esperar.
En El Comercio, Lima miércoles 12/04/1978
CELEBRACIONES DE UN TROVADOR
Por Manuel Velázquez Rojas
La poesía inglesa ha marcado su influencia en las dos últimas décadas, a la joven poesía peruana. Gustavo Armijos con su primer libro Celebraciones de un Trovador, no es la excepción. Parece ser que, las sombras de Ezra Pound, T.S. Eliot y Williams Carlos Williams aún conservan las llaves del recinto de la poesía, y es necesario citarlos o imitarlos como peculiar tributo. Al respecto, considero que la búsqueda de motivos, temas o estructuras vertidas en la poesía de otras lenguas siempre será un ejercicio lícito con el fin de enriquecer nuestro idioma; pero, la influencia (texto en el texto) debe funcionar como las muletas o manos, de inicial apoyo, que debemos lanzar cuando hemos aprendido a caminar.Gustavo Armijos. Es joven, cuenta con 25 febreros, y su figura literaria se va perfilando en estos cuatro años. Desde 1973 publica y dirige la revista poética La Tortuga Ecuestre, que ocupa un lugar de honor entre las nuevas revistas dedicadas a la literatura de creación. Y es poeta. Vale decir, que su misión será contribuir a la creación de la eterna belleza, que es vida, a través del lenguaje. Si bien aún conserva en los poemas que presenta, reitero y aclaro, cierto tono y estructura sintáctica debidos a la influencia de la poesía inglesa; su léxico, temas y situaciones pertenecen a los registros populares peruanos. Predomina en algunos poemas la atmósfera neblinosa y los sentimientos que columbran las altas definiciones de la existencia. Armijos, rinde, en su poesía, un ya tradicional homenaje al centro de Lima. Nunca se ponderará lo suficiente a los bares, calles, personajes o escenas en la Plaza San Martín o La Colmena, como motivo de creación de la poesía y la narración contemporánea urbanas. El joven poeta piurano escapando del famoso centro, logra captar, en otros barrios, los elementos comunes y transformarlos en poesía.La mayor parte de los poemas de Armijos reflejan el eterno diálogo del autor con sus amigos, otros poetas, vivos unos, otros muertos; diálogo con la amada, que aparece como mujer tierna, o venal; y, diálogo con el paisaje que se le entrega con cierta hostilidad, que es vencida solamente con la magia de la palabra.Acompaña a los poemas un inteligente prólogo de Luis Hernán Ramírez.
LA INCÓGNITA DEL 70
Ricardo Gonzáles Vigil
Los poemarios de La Hoz y Armijos se inscriben dentro de la ya prestigiosa “Serie Poesía”, en la que Omar Ames ha logrado enlazar la calidad con la variedad de estilos (desde José Ruiz Rosas hasta Toro Montalvo, pasando por Nicolás Yerovi). Justamente los textos de La Hoz y Armijos ilustran ambos rasgos, ya que corresponden a orientaciones diversas de las lírica peruana actual.Aunque todavía los esfuerzos por caracterizar la poesía peruana joven (A. Escobar, J.M. Oviedo, Tamayo Vargas, básicamente) son demasiado tentativos –provisionales-, revisten innegable utilidad para comprender los nexos que existen entre La Hoz o Armijos y sus antecesores.En el prólogo a Primer incendio, Augusto Tamayo Vargas ha podido descubrir en La Hoz –con penetración y acierto- una “poética sencilla sin mayores artificios (...) un resurgimiento de la poesía sentimental”, de tal manera que se emparentaría con Enrique Peña, Rose, Calvo o Luis Hernández, y se distanciaría de las líneas dominantes desde mediados de 1960 y que ejemplificarían Antonio Cisneros y Rodolfo Hinostroza. En cambio, agregaríamos nosotros, Celebraciones de un Trovador de Armijos se encuentra mucho más cerca de dichas líneas dominantes, dentro de la que Tamayo Vargas califica como “los largos circunloquios de un capítulo de nuestra poesía”, “el raciocinio que se alarga en la esplendidez erudita”, “la crítica del poema abierto, donde se confunde lo más abstracto con lo más concreto. Donde se confunde lo más abstracto con lo más concreto de la vida diaria, lo indefinido y lo astronómico con la sordidez de un escenario que todos tratamos de destruir”.Lo expuesto nos lleva a emitir alguna reflexión sobre la “conciencia generacional” que parecen exhibir La Hoz (nacido en Lima, en 1949) y Armijos (Piura, 1952). Uno de los mejores poemas de Primer incendio empieza así: “Pero sucede que aquí estamos / Entre la barata y necesaria filosofía / Recorriendo bares, muslos sin nombre / Siendo una pantera que perdió su presa / Por mirar la del vecino / Aquí estamos sin asombro / -la mía es una generación abrumada. / Sosteniendo un buen vaso de licor / A media tarde / Soportando lo aprendido como una pierna rota” (p.43). Por su parte Celebraciones de un Trovador incluye uno de los textos claves para desentrañar los soterrados móviles que gobiernan a este trovador contemporáneo, del cual extraeremos algunos versos encadenándolos hacia su conclusión: “no es el momento para la alabanza / y/o la diatriba, ni caer en el jueguito absurdo / que ya otros cayeron y moran en la complacencia./ Es mejor vivir escribiendo que darle (Voz Sonido) a la palabra / porque el que ahora te escribe estos versos / será censurado por sus contemporáneos./ (...) como un estúpido tendré que escuchar LA CONTAMANINA / y escribir este poema que refleja todo el drama de una generación.” (pp. 36-37).A pesar de que los separa casi todo (el lenguaje, el tema, la conciencia social: La Hoz aguarda la batalla, Armijos la epifanía –la iluminación- a través de la palabra), los hermana el desencanto, el itinerario infernal en una ciudad (y una época) baldía, el sentirse inmersos en una generación que los asfixia y los consume (con sus leves facciones de “generación perdida”, de proyecto irrealizado). El problema es que carecemos de índices o parámetros para definir a esta generación: ¿se trata de la tan socorrida “Generación del 70” (que tratan de asir, además de varios críticos, los grupos poéticos más diversos, desde Hora Zero hasta La Sagrada Familia-)? Pero, entonces, cabría preguntarse si nuestra experiencia cultural es tan compleja y cuantiosa como para que cada 10 ó 20 años brote una nueva hornada de talentosos escritores que cuestionen nuestra tradición y propongan rumbos inéditos. Y si no se quiere otorgar al término “generación” todo el peso que algunos teóricos alemanes y españoles le han conferido, tornándolo un sinónimo pomposo de “promoción” o “década”, tendríamos empero que admitir la multiplicidad de tendencias que operan dentro de una “generación” y sus imprevisibles vasos comunicantes con las “generaciones” precedentes; con lo cual probablemente no hemos hecho otra cosa que embrollar los deslindes ya de por sí borrosas e inexactos de las “generaciones”, y, en todo caso, reclamar un enfoque diferente.
En Suplemento dominical de El Comercio. Lima, 7 de agosto de 1977.
GUSTAVO ARMIJOS Y “CELEBRACIONES DE UN TROVADOR”RESONANCIAS POPULARES DE UN NUEVO LENGUAJE
Por Alberto Piérola
Al amparo de sus años de poeta y afirmando la tarea que iniciara a fines de la década del 60 al publicar no sin timidez y como se acostumbra hacerlo en nuestro país en las trajinadas plaquetas que para entonces titulara “Retrato Humano”, Gustavo Armijos tiene hoy, lo que sería su primer libro “Celebraciones de un trovador”. Libro decantado de poemas que fueron dándose en revistas y diarios también libro que tiene material inédito.Durante los años iniciales de esta década fue delineándose la forma poética a la que él nos invita, forma en donde al paso del análisis que los peruanos hacemos en la necesidad de determinar marcos que sirvan de ejemplo, si el término vale, nos obliga a pensar que el habla imaginativa, la denuncia, el sentimiento amoroso , la soledad y su inmediato espejo de la realidad constituyen el mundo precedente de Armijos al que adiciona su propia experiencia vital, que en la apertura hacia poetas ingleses asienta, fija, o inicia con este libro.Los poemas van sucediéndose en el país mientras funda la revista “La Tortuga Ecuestre” que dirige todavía y que sirve de “podium” a poetas constantes y poetas que aún cuando no se sabe de ellos suponemos siguen escribiendo.El mundo anterior a Armijos, el surgimiento de voces poéticas con una más atrevida y no irresponsable, aunque hayan desastrosos personajes, los viajes de trabajo que lo llevan a conocer casi toda Sudamérica, su bohemia piurana transnochada, sus empleos en las crónicas deportivas, apasionante de veras, su persistente insistencia en la enseñanza, su convivencia con lo popular y su oculta preferencia por la erudición se yuxtaponen en el abrazo de su sensibilidad, para ofrecer estos versos que ahora celebramos. La generación del 70, casi definida con escasos representantes como la procedente, a pesar de haber tenido una cantidad asombrosa de gente que públicamente inicia la travesía poética con tímidos recitales, en cafés para pasar posteriormente a las universidades, sindicatos, agruparse en bares donde las lecturas se complicitan en “sí hermano”, tiene en Gustavo Armijos a uno de sus más genuinos y constantes representantes que aun cuando no es apresurado decirlo, el balance que empieza a realizarse en afán de añadir a partir de esto los ciclos del cuestionamiento tan útiles como peligrosos habida cuenta de gente teórica, subrepticiamente metida entre los poetas reclamando para sus propios molinos las aguas de su preocupación no precisamente poética, la sindica como uno de los más comprometidos con su tiempo y su vocación.“Celebraciones de un trovador” es un libro que se aloja del lirismo dulzón que ya en la década anterior se abandonaba, lirismo que durante años la poesía española que tuvo buenos representantes afincados entre nosotros como un remedio para lo citadino, a la época del movimiento capitalista que hoy vivimos descarnadamente. Es un libro que no juega con la imagen por ser mera forma de presentación simpática o atractiva y que se esfuerza por el contrario en darle a ésta la cantidad suficiente de coraje y sentimiento de abandono en su todo denunciante que el lector se desconcierta pues las imágenes en un sinnúmero de veces gozan, en su propia independencia, en mostrar ese sentimiento trágico y humano que es el poetizar en medio de un universo que Armijos representa. No es la palabra por la imagen, ni la imagen por la imagen misma. Es el resumen de un afecto y de un espíritu que lo recibe. Lo recibe y lo lanza equilibrando el lenguaje popular y el lenguaje culto hacia una cernidera donde el lector encontrará no sin sorpresa las cosas que viéndolas no ha podido hallarlas tan armónicamente imaginadas. No es precisamente el ritmo lento, dulce, triste. Es una poesía de denuncia y optimista o una poesía optimista y de denuncia.Lo descarnado no mutila el sentimiento de esperanza. Se asoma a la divinidad de los versos la esperanza de hallar eco en el lector más próximo, más hermano. Su lenguaje puede desarmar al lector, pues aparece como una banalidad la utilización de recursos y nombres sofisticados y apoltronados de este sistema que goza con Berry White el del amor ilimitado y con la clasificación nuestra para el 78 que nos hará enfrentar a los checos, alemanes y austriacos. El lector, y esto no es una guía, aunque lo sea, apresará todos estos términos en una clara sensación de complicidad con las imágenes y verdades, para usar un vocablo más que inocente, desconocido, y repetirá todo ese esfuerzo de Armijos por vivir en el drama y por el drama de toda esta generación.“Celebraciones de un Trovador”, no es sino la huella del aporte; muestra generoso de un espíritu combativo, tenaz, preocupado y testimonio optimista al tiempo que sísmico que trova en el alucinante reino de su cotidianeidad docente, filial, trabajadora y bohemia.
En El Comercio, Lima, viernes 14 de octubre de 1977.
HERENCIA DEL TROVADOR CULTO Y POPULAR
(a manera de chanson en la poesía de Armijos)
César Toro Montalvo
Hablar de Gustavo Armijos entre nosotros no nos parece extraño. Ahora una vez más lo hacemos, pero con su libro en la mano: Celebraciones de un Trovador.Este libro que es producto del fuego y la contienda interior, nos aclara el camino de este poeta jovencísimo y más aún, cuando pertenece a la escritura básica de la generación del 70 y todavía incidimos en agregar algo más, su revista La Tortuga Ecuestre que ha recogido textos y ensayos literarios de esta generación de la última década, sumando hasta la actualidad 20 números.Estos años de duros ejercicios poéticos serán recogidos en Celebraciones... y que muy bien podríame servir como pretexto para hablar aquí, del proceso poético de la generación del 70 y no porque pertenezca a ella, tendría que necesariamente hablar de manera especial.Sabemos muy bien que la escritura de los años 70, se distingue como ninguna otra generación, porque muchos de sus sellos centrales han marcado ya sus huellas originales. Muchos de sus autores que la integran se han preocupado por crear el camino de la ruptura e iniciar a su vez nuevas aperturas en la poesía peruana. Esta generación si bien es cierto está marcada porque sus textos totales son producto de experimentaciones muy personales, se han distinguido por no parecerse a ninguna otra. Y hasta creo que las nuevas escrituras que vendrán, van a ser muy difíciles de superar.La generación del 70, es el producto de mentes lúcidas, preocupados, por crear cada una a su manera, nuevas formas autónomas en la poesía peruana contemporánea. Y si no leamos concienzudamente los productos poéticos de Morales, Sánchez León, Ojeda Verástegui, Pimentel, Aramayo, Watanabe, Silva-Santisteban, Rojas, González Vigil, Zúñiga Segura, Nájar, Helberg, Ramírez Ruíz, Yerovi, Mora, Livia Torino y la mía. Todos se parecen en algo. Pero todos son sellos inconformes vanguardistas y únicas en lo que va en la poesía peruana última.Capaz caigo un poco en cierta banalidad arbitraria en hablar de esta generación a la que pertenezco. Pero sin embargo estas ideas muy bien encajan para hablar ahora del libro de Gustavo Armijos, como también podría hacerlo de cualquiera de los libros de los poetas mencionados.Con sinceridad diré que la poesía de Armijos, encaja a su manera por aquella experiencia motivada por la ruptura con aquella tradición poética conocida. Su poesía delinea una doble mutación del lenguaje entre el habla popular y el habla culta como muy bien apunta Luis Hernán Ramírez en el prólogo a Celebraciones...Estos aspectos están bastantes claros en esta poesía, cuyos rasgos suponen la excelente tradición de la poesía Anglo Sajona. Se pueden observar en la mayoría de los poemas que integran esta colección. Así va desde una poesía lírica, narrativa, si queremos remarcarla hasta la continuación de una poesía enumerativa que precede el habla popular a la jerga criolla.En este libro de Armijos como se ve está escrita con lso fuegos ardorosos de una mente juvenil, que explica a las claras como la tradición muy bien fundada por Lowell o Pound viene apercibida por la escritura de la poesía Beatnik, potencial que es además, un ejemplo a los rasgos de la poética discursiva. Este desarrollo caleidoscópico, motiva una liturgia de la realidad, lo digo por sus tonos surrealistas, que amplían la prismática desenvoltura de los poemas. También llama la atención el aspecto de lo maravilloso por su concepción a las imágenes internas donde la utilización del collage literario giran en la introducción de productos, zonas geográficas, nombres de luminarias tomadas del cine, de lugares muy nuestros y conocidos por los limeños, y sobre todo por la pasión de cantar su realidad como hombre y como poeta trashumante de la realidad.Característica esencial de esta poesía es el tono elegíaco empleado anunciando este aspecto personal del poeta, aliado con el afiance culto que la precede. Esta poesía de tono mayor, de largo aliento, con mayor nitidez, el ámbito.Estoy en e el primer día del año y recorrí miles de kilómetrosgolpeado por bigotes de gordos reyesquería saber si podía llegar a la línea ecuatorial y los reyes”Y sin saber el paradero exacto de la realidad acaba por ser un habitante de esos sueños con los parajes conocidos para llegar hasta la propia emulación nostálgica.“Como ir a ver la bandada de pelícanos a Paracas desde sueños nocturnaleso cazar conchas en manglar. Cómo ir si todavíano conozco a qué equivalen 365 días de nostalgia”.Globalmente Celebraciones... consta de cinco partes con un prólogo inicial de Luis Hernán Ramírez.Si nos ponemos a rastrear con la frase de I.M. Cohen en Le Frisou Noveau, en sus formas parecidas y refiriéndose al respecto nos dice... “que la poesía de Baudelaire, por lo que se refiere a la forma y el vocabulario, estaba por completo dentro de lo tradicional”.Esos elementos de ruptura que utiliza Armijos es quizás la resonancia de la asimilación de la cultura popular, donde abundan nombres de músicos, obras de arte y sobre todo nombres de poetas ingleses y norteamericanos. Esa sensación artística del Collage que a cada verso atraviesa en muchos de los poemas de este libro, reflejando los caracteres añadidos por la descomposición y el armado de los poemas.“Canción con estilo de latinista medieval” es uno de los poemas que mantiene sus puntos de vista sobre la creación literaria, amén de la hilaridad y la sentencia, la descomposición y el drama de las generaciones. Ese despojo personal, presupone una obnubilación total en el hombre, en el poeta, quizás en sus tonos coloquiales asume una postura confesional que denota una sinceridad de su parte.“Soy un hombre terriblemente malo vivo en un edificio de tres pisos desérticoscon saludosde encanto en los ojossoy un magnificiente drogado que trata de inventar”(“Lamento en tono de fuga”)Otro de los poemas remarcables en la escritura de Gustavo Armijos es, “Los candiles de la arquitectura / San Francisco de Quito”. Esa realidad, refleja la peregrinación y el itinerario que vive el poeta en este caso; vive a salto de mata como cualquier hombre de la ciudad, buscando el almíbar que nos deja el amor:“Era una chica con el verdor de las algas y soñabacon los cadáveres inyectados en sus ojos brillantesy mordía la hierba deshecha”Armijos como ningún otro poeta de su generación, es claro en manifestar su homenaje, en un poema brillante como “Las luces de la ciudad” y lo hace a la manera de Allen Ginsberg, donde la cultura, la promiscuidad, la modernidad de la ciudad, el Apocalipsis de la época, las drogas, la música transito rizada, las ciudades mencionadas, la lectura a obras de los poetas beatnick, reflejan esa sensación que produce la gran trampa de la ciudad. En unos versos que dijo el poeta nos deja sentir la verdadera contemplación anímica, por demás real de un mundo atroz y adolorido.“Estuve obsesionado por las semanas que pasé en hospicios de obsesión y abandono recordando, un supermercado solitario y apócrifo, un suburbio industrial, los sótanos del sueño donde se acumulan historias cotidianas interrogándome al borde de los precipicios ¿soy la reencarnación de un sicótico del siglo XVIII?”Este primer intento que es una apertura mayor a la poesía de Armijos, motiva su fe a un lenguaje atraído de las capas populares y donde a manera de rasgos inusitados motiva los matices eruditos, fiel reflejo de una vida que nombra hasta la degradación o hasta las efervescencias del fuego lírico en su más extenso “fresco” sobre la vida.Siempre hemos deseado en la obra de Armijos una eterna salud por lo que vendrá y por lo que hasta ahora nos ha entregado en su último libro, importante para el desarrollo de la nueva poesía peruana.
LA VIGILIA DE UN POETA
Por Edmundo Bendezú
Como las frutas en el verano, la poesía de Gustavo Armijos ha empezado a madurar, a edulcurar los jugos de la adolescencia ácida de sus Celebraciones de un trovador, que más que celebraciones eran desesperaciones de un poeta tempranamente maldito, golpeado por la vida y circunstancias que desconozco, pero que me son familiares porque son signos de nuestro país y de nuestro tiempo.Ese libro aparecido hace apenas dos años era la verdadera “liturgia de la angustia”, en cambio Liturgia de la vigilia, paradójicamente es “celebración de la vigilia de un trovador”. No se trata de escamotear títulos ni de jugarle bromas al lector. La ironía de las celebraciones, desnudándose de sus juegos fatuos, se ha trocado en “liturgia”. Como celebración del culto esotérico de la poesía, al que nosotros, celebrantes e iniciados, acudimos presurosos para bañarnos en su luz, que es como esa esplendente luz del eterno verano de Van Gogh, quien con su luminosa palabra ilustra magníficamente la portada de este libro, bajo el sello ya célebre de Omar.En esta liturgia de la vigilia en que todos participamos, esta noche en que las estrellas de Van Gogh caminan por las calles y una hasta se ha posado en el corredor de un café de París, celebramos la liturgia de la desnudez de una poesía, cuyo estro fluye como linfa cristalina. Esta vez, el amor ha acallado los gritos de rebeldía del trovador y el poeta canta ante la musa que se desnuda en hoteles anónimos, en medio de ardientes polvos húmedos, y se pregunta con el verbo hecho carne, acotado en latín Verbum caro factum est: “¿qué polvo, qué polvo? y el poeta sueña con pudibundez, con diáfana sinceridad, gozándose con el recuerdo, saboreando todavía la miel ya relamida. “Seremos esta noche paraísos desquiciados y perdidos con nuestra desnudez / al canto de los grillos / Y beso tus muslos de gardenia, atontado como en los viejos tiempos / mi torso empapado de sudor y mis pies hundiéndose / hasta llegar a ser un timonel para tu dulce aliento”.Tal vez esto no se acercaría mucho a la redundancia del Neruda anónimo de los Versos del Capitán, si no fuera porque en Armijos hay un gran ironista o un poeta en duración que nos habla “torrente de semen arrancando de las calles oscuras y mugrientas de sus entrañas”, del poco premio de sus uñas, de su “frasquito de leche”, del “robusto y lento arpón” para cerrar sin mayores poesías, con la exactitud del vulgarismo “y la dimos” en un solo verso, y con el lugar común, “hubo fiestas en nuestras vidas y no supimos qué escoger”.Es decir el anticlímax. De cualquier modo esto vale porque el poeta ha encontrado mediante la liturgia, la terapia de las celebraciones de su angustia y ha sabido sortear los escollos del joven Neruda.A pesar de todo lo que podemos decir como críticos, son verdaderas trovas, sólo faltan el laud o la guitarra para que Armijos se eche andar por los caminos a la sombra de muros altos y de parques floridos, ya no de los castillos de antaño sino de las ciudades de hogaño, en pos de Ruth, saboreando palabras de Guido Guinicelli y del “Dulce stille nuovo”. Al fin y Al cabo, esto es todo lo que podemos hacer, poetas o no, cuando nos asalta en medio camino el recuerdo del amor vivido “en las empedradas calles de la Ciudad Imperial”, escuchando “las lujuriosas notas del Valle de Ayacucho” y “alguna voz iluminada que llega hasta el Coricancha” donde, como solía hacer nuestro Inca Yupanqui que lo construyó y como quiere hacerlo otra vez el poeta, nosotros como lectores, ataremos nuestros cuerpos “sobre un aire de lirios frescos”, soñando con la escultural imagen de Laura Antonelli; inclinándonos sobre los acantilados de la Costa Verde o contemplando de lejos las aguas del Titicaca o el verdor del río Chillín. Es el amor siempre recobrado en las 7 “Cantigas de Ruth”, la primera parte del libro de Armijos, amor que siempre se evocará, a pesar de la amarga ironía de las tarjetas postales enviadas desde el viaje de bodas de Ruth, tarjetas de venganza o de cinismo o quizá de felicidad, porque los amantes siempre supieron de aquello que queda impregnado en la piel del recuerdo en la ciudad de la luz: “Sin conocer la piedad de la penumbra / entre luces ámbar / recordando el sacrificio de las iguanas / cuando el sol parece como un perro furioso en los techos. Y sabíamos después de todo que el amor era una almendra que colocaba sobre tu sexo / una jungla de sombras y misterio.Bellos versos que acompañan a la liturgia de lo que nunca se sabe. Sin embargo, las cántigas son apenas un introito a la verdadera liturgia del libro, que es la que se oficia como exorcismo contra los malos espíritus de la ciudad en “las fortificaciones de la urbe”, la segunda parte del poemario; la ciudad que hace que el poeta descubra su segunda existencia, la verdadera en nuestra opinión, la del sueño que hace posible el exorcismo y que hace que escriba como un surrealista que paradójicamente nunca olvida la realidad y que incansablemente florece en las pampas de Comas.La tercera parte del poemario “Viajes de Visionario” es más bien un ritornello del amor recobrado que se le va al poeta de entre los dedos y sólo atina a “celebrar entonces tu belleza con exquisiteces y piscos / y soportar tu implacable cargamontón de citaras y ditirambos...” ritornello del amor que gira en imágenes excesivas, en el sueño tropical del río Ucayali, la amada convertida en juglares con bandurria, ella y no otra llámese Brigitte Bardot o Raquel Welch; y el poeta se contenta con edificar sueños, se siente enfermo y deambula por la vieja ciudad; y los sueños parecen arrojarlo en el pozo de la angustia otra vez hasta exclamar “qué deseas de mí si soy una metrópoli desolada” ante la imposibilidad de convertir la evocación del amor en realidad en su Arca de Alianza final, con unos grandes deseos de volver a la vida eterna, es decir, el olvido.

LITURGIA DE LA VIDA
Por Manuel Suárez Miraval
Al pequeño, pero promisorio grupo político de nuestras letras novísimas, se incorpora plenamente un joven poeta piurano, Gustavo Armijos. Desde su inicial Celebraciones de un trovador (Lima, 1977) hasta estos poemas cálidos, seguros y claros han transcurrido muchos versos. La poesía, como todo lo alto, es una minuciosa lenta y esforzada brega que no siempre cuaja y toma forma adecuada. En la poesía, y es nuestro particular punto de vista, se da, como ninguna otra disciplina literaria o comunicante las exigencias de una dualidad. Dicotomía de simultaneidades que se influyen tan estrechamente que durante largos siglos de polémica, ha recogido muchas aguas y variadas espumas de controversia interminable. Pero, lo cierto, lo irrefutable, es que en lo poético la palabra es todo: es lenguaje expresivo, y es telón de fondo, es suscitador de vivencias y recato de parquedad. Puede encubrirse, a veces, de bosquedades intransitables por la hondura metafísica (caso de William Blake), o discurrir cantarina y riente en Juan Ramón Jiménez; bullir en la brega más honda y en el canto más libertario, más convocante, como en Nazim Hikmet, o desnudar la palabra de atavíos y hacer de la piedra, el hueso, lo elemental y primario, el espejo más nítido de la expresión del ser, como en nuestro inmarcesible Vallejo. Pero, siempre exigirá un contubernio, una entrega mutua de contenido y de recipiente. Me parece que en Armijos, en su peculiar tónica literaria, se ha dado en el poemario mencionado esta conjunción. Ha encontrado, y ojalá no lo malbarate, el instrumento de reclamo y canto, algo religioso, aún cuando sea en lo litúrgico donde él encuentre esos menesteres.Es oportuno traer a ejemplo algunos de sus cabales aciertos: “Creceremos en la tierra de apariciones misteriosas / y la predilección nuestra será / que algún día falte la mujer deseada / entre el fuego de la maleza / y tengamos que contentarnos con estatuas de sal”. Como en toda poesía joven y brioso el sexo le obsede, pero no le atormenta. Menos mal; sino caeríamos en la riada lacrimógena de los romanticoides, que acechan las veredas del verso sin descanso. El poeta rehuye lo sentimental, entendido como cantaleta o “leit motiv”, y confiesa: “Y detrás de un telón de fondo / los escondrijos se entreabren para las mujeres como una herida que huye por la portezuela de un viejo Ford. / Cada día, cada mes, cada año. Tenemos que viajar en los detonantes y en el cromatismo de hallazgo de la vida cotidiana”. Con similares perspectivas, pero en otro espacio cultural, Sherwood Anderson iniciaría en la literatura norteamericana y moderna el más sensacional viraje hacia lo cotidiano y lo cósmico de la vida sencilla de los pueblos anónimos.Esta nueva tónica de Armijos incluye, y es un acierto, el humorismo suave, motivado por una estrofa de Robinson Jeffers, pero que el poeta modula así: “pudimos apreciar el Orfeo de Cocteau y escuchamos embelesados / Apolo de Stravinsky / que resultó ser un método terapéutico / (la dimensión del éxtasis) / y una parte de los terrenos infinitos del ensueño / litigando a la deriva”. También, como todo poeta, descubre nuevas significaciones al lenguaje y al acto del amor: “trepamos hacia el monte mielado del descanso”. Por eso también, como todo amante tal, recuerda: “Volví sobre tu cuerpo acribillado de sombra”. Y en más directa remembranza acusa: “Y beso tus muslos de gardenia atontados como en los viejos tiempos / mi torso empapado de sudor y mis pies hundiéndose / hasta llegar a ser un timonel para tu dulce aliento”. Logrados versos de un poemario limpio y trabajado.
ARMIJOS Y LITURGIA DE LA VIDA
Por Bethoven Medina Sánchez
Gustavo Armijos es un joven poeta peruano de valía ponderada. Nacido en Piura en la década del cincuenta, autor de “Celebraciones de un trovador” (1977), “Liturgia de la vigilia” (1979) y “Tierra de exilio” (1982). Incluido en un sinnúmero de antologías siendo las más importantes la “Antología de la poesía peruana del siglo XX (años 60-70) de César Toro Montalvo y “Nueva Poesía Peruana” de Jesús Cabel. Armijos dirigió la última fase de “La Tortuga Ecuestre”, la misma que caducó el año pasado con la publicación de su antología “Los memorables del setenta”.Armijos visitó Trujillo en 1977, promocionó en aquel entonces su primer libro. Luego supimos que se marchó al extranjero, tras nuevos horizontes y nuevas experiencias; regresó al Perú y producto de su exilio propio y voluntario escribió “Tierras del exilio”, libro de poesía con el que obtuvo el Primer Premio del concurso Municipalidad de Lima en 1981.Nos es grato recibir de Gustavo Armijos, la segunda edición de “Liturgia de la vigilia”, asumida esta edición, por la prestigiosa Editorial Juan Mejía Baca (1983).El libro mencionado consta de cuatro partes, enmarcadas todas ellas en la remembranza y erotismo pasional. Debemos resaltar la cita de personajes y ciudades que se enmarcan en una innovación cultista dentro de la poesía peruana. Esto, sin duda, es muestra del aprendizaje de Armijos en la fuente de autores europeos, acaso característica de la poesía del sesenta y setenta en nuestra patria.La primera parte del libro es denominada “Cantigas de Ruth” en donde describe el encuentro, explica causas: “Y me entero de lo dramático que resulta tocar aquella arpa silenciosa en los corredores interminables del sosiego”. El recuerdo imperecedero en sorpresa y asalto al presente le hace sentenciar: “He podido apreciar la luna entre sus senos / y como una tormenta de estigmas y capullos / trepamos hacia el monte mielado del descanso”. Nos parece que en esta primera parte es en donde la vigilia prospera segura en su dimensión, reconfortando la lectura alguna que otra variación circunstancial pero siempre transida de poesía y erotismo: “Y sabíamos después de todo que el amor era una almendra / que colocaba sobre tu sexo / una jungla de sombras y misterio”.“Las fortificaciones de la urbe” es la denominación que Gustavo Armijos ha signado para la segunda parte del libro, el enunciado es propio de un habitante circunscrito en la urbe que demuele sensibilidades pero que convoca a la reflexión, al enjuiciamiento poético, que es mayor, cuando Armijos esquiva la fácil propuesta y asume el reflejo poético.La tercera parte del libro la ha titulado “Viajes de visionario” en la misma que, no es difícil distinguir la variación del tema, ya subjetivo y fresco, ya referencial y oportuno: poesía y miscelánea serían las constantes que a la vez sirvan de unidad a esta parte.La última parte del libro está constituida por un solo poema: “Foederis arca”, poema de largo aliento en donde aflora la experiencia personal del autor y sobrepasa a las referencias para erguirse como un magnífico epílogo que al mismo tiempo concluye la órbita semántica del texto.Con la reedición de “Liturgia de la vigilia”, Gustavo Armijos muestra su capacidad creativa y logra permanencia en todo aquel variado y difícil parnaso de la poesía peruana de los años setenta.
GUSTAVO ARMIJOS EN UNA LITURGIA POÉTICA
Por Martín Fierro Zapata
Gustavo Armijos, Piura 1952, es autor de “Retrato Humano” (1971), “Celebraciones de un Trovador” (1977), “Liturgia de la Vigilia” (1979), dirige acuciosamente la revista “La Tortuga Ecuestre” y recientemente ha sido premiado con el 1er. Puesto en Poesía por la Municipalidad de Lima.Motiva el presente artículo el poemario “Liturgia de la vigilia”, Editorial Ames. Con carátula de la reproducción de “El café Nocturno” de Van Gogh, y en la contracarátula, una excelente fotografía del autor, perteneciente a la Galería Fotográfica de Poetas y Escritores del poeta chalaco Carlos Alegre.El libro está conformado por cuatro estancias de vigilia poética: Cantigas de Ruth, Las Fortificaciones de la Urbe, Viajes de Visionarios, y Arca de Alianza; las mismas que expresan el testimonio verbal de una solemne liturgia citadina.Y la configuración de ese testimonio exige al autor salir del ámbito íntimo del hogar, de las paredes hogareñas y ubicarse en el tráfico cotidiano de las calles y avenidas de la ciudad.La primera visión del bosque de cementos es difusa: “Los focos están apagados y las tinieblas arremeten” (p. 9), dice al inicio del periplo litúrgico. Pero, inmediatamente esas “tinieblas” adquieren luminosidad”... y se abren paso por algunas cuadras aquellos / multiplicadores del deleite” (p. 9). A partir de allí, la liturgia verbal se desenvuelve a través de una superposición de imágenes, situaciones y vivencias, que se suceden unas tras otras, integrando el hábeas de los poemas y estancias de la obra.Y, precisamente, una de las características del Poemario es, lo que podría llamarse, la motivación-impulso de la temática, que consiste en partir de un tema que motiva la subsiguiente captación de otros asuntos, impulsando, en este caso vigorosamente, el procesus litúrgico hasta límites imprevisibles. Quizás se le podría graficar aludiendo a la manera pictórica del actino paiting que, partiendo de un punto o una línea motivadora, llegue a la configuración plena del cuadro. Así, el poeta Armijos recoge en los 23 poemas de este volumen, un bagaje riquísimo de testimonios explicitados, y otro tanto de sugerencias y motivaciones implícitas.Una muestra de lo que se afirma puede observarse en el poema “Visiones del Oferente” (p. 11). Se parte del tema de “lo dramático” que es “tocar” el “arpa silenciosa”, o sea el recuerdo; se abre la imagen de “algunos animales” cerca de la “calle / San Bernardo / con sueños... en catedrales y monasterios”; esta escena motiva una situación dialogal en segunda persona: “construidos (los monasterios) en su épica memoria”; se asienta en un pretérito simple: “Per qualche giorno fuiste como una figura... y desapareciste”; aquí concluiría el poema. Pero, aflora el ritmo en tiempo presente y primera persona y se impulsa, todavía con mayor vigor, el estro creativo, y los “animales deslizándose” del inicio del poema, son ahora aludidos posiblemente como “esos seres brillantes en primavera”; y el poema concluye en futuro y con una imagen vasta y dimensional: “un día ataré mi cuerpo sobre un aire de lirios frescos”. La preposición sobre denota un ámbito mucho más amplio que la preposición en que gramaticalmente correspondería con corrección al verbo respectivo dentro de este verso; pero aquí estamos no en el nivel gramático, sino en una concordancia poética; de manera que, la mencionada figuración es, pues, tan vasta que sugiere e impulsa al lector a seguir bordoneando “aquella arpa silenciosa” del recuerdo, con que se inició el viaje verbal.Igual proceso creativo muestra el poema “Foederis Arca”. Aquí el ritmo es más intenso y melódico, diría más bien, musical; por consiguiente, poético. Un sistema de vasos comunicantes –de imágenes, escenas, referencias vivenciales, evocaciones y testimonios del universo citadino, atraviesa la estructura del poema. Y un aire de sinfonía suscitada por la percusión de pies de estribillo, repetición del indicativo “Evoco” y el copulativo “son” enmarca el fondo musical, y hace ritual al heroico y santo oficio de la poesía. Y la liturgia citadina de la vigilia deviene en poesía plena.Sin embargo, lo ideal sería que esos testimonios poéticos brotaran del contacto vivencial del estro del poeta con el paisaje, no sólo de las metrópolis, sino también de las pequeñas aldeas, villas y ciudades pequeñas, donde la cultura se sustenta en el amor y la ternura, y la vida es grande en cualidades y la muerte “muertecita nomás”, y donde se puede “volver a la vida eterna”, como finalmente expresa el poeta.
En “Crónica Cultural”Miércoles 12 de mayo de 1982.
GUSTAVO ARMIJOS
Por Helcias Martán Góngora
Gustavo Armijos es huésped de amor de Cali. Viene desde el Perú de la garúa y de César Vallejo. Porque Gustavo Armijos es poeta desde la cabeza hasta los pies. Poeta y catedrático de lenguaje, en la Universidad Garcilaso de la Vega, en Lima. Acuciado por el demonio interior, hace pocos meses, rompió con la rutina universitaria y el cordón umbilical afectivo, que lo une al círculo de amigos y contertulios en la Ciudad Virreinal. Como ciudadano libre de América él recorre, con las plantas de Ashaverus, palmo a palmo nuestro continente. Desde Argentina hasta México.Va con su libro a cuestas: “Liturgia de la vigilia”, que resume las últimas vivencias del joven poeta peruano. Autor también de unas muy comentadas y justamente aplaudidas Celebraciones de un trovador. La crítica internacional y la de su país se ha referido a la obra de Gustavo Armijos y la ha ubicado en el lugar que le corresponde, dentro del contexto de la poesía que se escribe en idioma español. Sitio de prelación. Ricardo Gonzáles Vigil anota como “La mezcla de elementos cultos y populares muchas veces disonante y tensa, confirma la ubicación de Armijos dentro de la poesía peruana”. Tal vez se podría precisar que la escritura poética de Armijos oscila con voluntad de péndulo, entre lo culto y lo vulgar, lo erudito y lo elemental, el arte y el oficio, lo cotidiano y lo extraordinario. Todo ello dentro de una amalgama muy firme y grata a los sentidos. Hay instantes de una metafísica contemporaneidad, de una ardiente intemporalidad, como esta secuencia de Foederis arca:“Pero evoquemos al dios de la soledad y telefoneémosle desde esa teogonía quemante hasta el delirio / invoquémosle a Heráclito, hablándole de los ritos del agua / la astrología y de aquella casa donde embriagada de vino / podía recordar distante a varios kilómetros”.Mientras su amada distante, en Lima, le recuerda “los bares periféricos / apreciando una agradable riña de taberna / entre el tráfago de calles donde es un castillo de cubitos maggy”, deseamos al poeta Gustavo Armijos como a los marinos del Mar del Sur, por todas las rutas de Colombia y América: ¡Buen viento y buena mar!
N. del E. En El Pueblo. Colombia Domingo 4 de marzo de 1979.
LA LIBERACIÓN LÍRICA DE GUSTAVO ARMIJOS
Por Luis Hernán Ramírez
A partir de 1975 coincidiendo con el viraje político que significó el retroceso de los cambios político-sociales que se dieron en el país en los años anteriores –retroceso cuyos efectos en nuestra vida social y económica no ha cesado aún-, ha empezado a surgir una generación última de poetas y artistas a la que pertenece Gustavo Armijos.Esta novísima generación con nueve años de vigencia estética entre nosotros, se ha hecho conocer por su rechazo tajante a una poesía purista y epigónica. Se trata de una generación antagónica a todas las anteriores que se abre paso con indudables méritos propios. Aunque no existe entre los jóvenes integrantes una verdadera unidad de contenidos y de estilo, de motivaciones y de ideología, si bien es cierto que podemos encontrar en los poemas de ellos diferencias muy saltantes, todos tienen de común el mejor intento de revitalizar la poesía volviendo a sus viejas fuentes populares e íntimas.Ellos no recrean la poesía, la perfeccionan. Ellos no escriben para justificarse y verificarse a sí mismos sino para justificar y verificar la esencia misma de la poesía como necesidad expresiva y como obra de arte. De allí que esta nueva poesía peruana se vuelva esencialmente lírica como fue la poesía en su propio origen, un auténtico lirismo con significaciones mágicas, míticas y heroicas.En este sentido la poesía de Gustavo Armijos representa una modalidad estética nueva de reacción y de rechazo a la vieja y trasnochada poesía de gastadas fórmulas y retoques decadentes. La poesía es, como sabemos, un caso de comunicación afectiva, pero la poesía de Gustavo Armijos es una comunicación que se hace directamente al sentimiento del lector, es decir que cada poema suyo es una comunicación sentimental pero llena de penetrantes contenidos lo que nos lleva a pensar que su poesía es una poesía simbólico-sentimental que presupone además una profunda significación humana sin dejar de ser lírica. Sus poemas resultan por eso verdaderos canales de comunicación personal y afectiva:Las orillas de tus pestañas nacencon la claridad del amanecerpero debo decir con toda crudezasiempre me acompañan los malos recuerdosperdidos para siempre en los archivosde un desconocido museo.Y ahora ya no le interesa a nadieque retorne ebrio a casay mire aquella pista adornadacon las sirenas blancas y peludasviniendo de un mardesconocido y famélico.(EN LAS INMEDIACIONES)director de una revista de poesía, La Tortuga Ecuestre, Gustavo Armijos ha publicado ya tres libros: Celebraciones de un trovador (1977); Liturgia de la vigilia (1979 y Tierras del exilio (1982) que representan tres grados de concretización de un acabado lirismo que nos emociona a la par que nos impacta porque manifiesta, sin proponerse, un inconformismo poético, casi rebelde e insumiso pero al mismo tiempo desazonado y tierno, traducido –como lineamiento estilístico y como posición estética-, en dos rasgos constantes y complementarios de toda su producción: por una parte, esa natural soberbia que proporciona a sus poemas una especie de ornamento barroco y, por otra parte, una refinada sensación de afectividad que comunica a su expresión variados matices de sentimientos donde campean la tristeza y el sufrimiento.Toda la poesía de Armijos, por ello, un aire de escepticismo poético, de potencial imaginativo, que no es otra cosa que la liberación lírica del poeta. Armijos cree en la realidad de un mundo imaginado y alimenta su fantasía con datos reales y experiencias históricas y culturales de la humanidad:Y yo supe de aquellasdantescas escenasimagen del cielolevantado por elencantamiento y el trinarde pájarosrevolcándose en aquellataberna complacientede Procuradoressiendo la desesperación de losmalignosodiadores de Milton y sustótemes falsosempeñados en el reino delaroma y la saciedad.Y fuimos huéspedes triunfales.Ruth arrojó su corazóna los abrevaderos aún sinconfesarseun año después de haberarrasadolas lujuriosas notas del Vallede Ayacuchoamando ese boleroreflejado en sus ojosarrancados de escenasturbulentasde una pintura Naifdonde alzamos la vistapara identificar a Wordswort.(CAUSA DE NUESTRA ALEGRIA).
En Crónica Cultural, domingo 25 de noviembre de 1984.
OTRAS TIERRAS Y EXILIO
Por Fernando Aguirre
Cuando apareció Azul, uno de los libros capitales de Rubén Darío, y por lo tanto de la literatura americana, don Juan Valera, escritor español y prologuista de la obra supuso que el cosmopolitismo caro al poeta nicaragüense provenía a contrapelo del hombre castellano, del poco arraigo criollo, con su tierra, o de su menor cuantía de savia hispánica (tal vez hipotéticamente, este habría sido el dictamen del autor de Pepita Jiménez y Juanita La Larga de haber leído algunos versos del poema Balada del desarraigo de Gustavo Armijos : “Esta es una balada del desarraigo / para el que hace tres meses la vida transcurre / en hoteles, aviones, vapores, carros pullmans / mirando la luna que se desplaza en el horizonte / nocturno desgastado inmisericordemente por las lluvias /...” sin comprender que el disloque rubeniano era la búsqueda formal, llevada a otros predios, por una hartura a tanta influencia hispánica, francamente agotada en el 98 y además la vigencia en la mayoría de los escritores americanos de un sentimiento ecuménico y permeable, que no admitía cerrados horizontes.Esta última visión, es posiblemente válida para el caso de Tierras del exilio de Gustavo Armijos cuyo periplo lírico anuda diversas circunstancias: -Hay una bombilla morada en ese cuarto pardo donde escucho noticias, informes de la Bolsa de Medellín” ... Reflexiones acerca de una visión en el extranjero: “Extraño levantar la vista y mirar un sol desierto / una mujer hermosa a lo Miss Dior, un esqueleto de río / la ciudad del valle del Cauca...”, Poema para ser leído en el blanco y negro-, pero, sin que el poeta ponga de lado en su retina social el trasfondo lacerante y contrahecho, como se ve en Paseando en bitrolebús por las calles de Bogotá D. E.: “Las trompetas suenan en el interminable jazz / En la supersociedad / los ángeles llevan sandalias / peyote mescalina cocaína / y algún residuo de marihuana / ...” o en Niña de los helechos, uno de los poemas mejor logrados: “Cartagena de Indias – 1979 / Existen caras brutales en medio de la descomposición de la luz plateada en el ocaso. / La gente es una barca gráfil... /. “, incluída su inexperiencia en el istmo, en una composición algo descriptiva y oratoria, una situación que por otro lado, tiene temáticamente antecedentes notables, en la literatura americana, tal la novela Canal Zone de Demetrio Agulera Malta.Tierras del exilio, es un acercamiento pleno de hondura y sensibilidad de un poeta a otras latitudes, sin romper plenamente –“A veces toco la guitarra / entono algunos valses / y desde mi circunstancia / aposento / lleno de helechos / añoro el entrechocar de notas y acordes...”, a través de la nostalgia con una raíz y una realidad.
En La Prensa, lima, viernes 28 de enero de 1983.
ACUÁTICO / TERRESTRE O LA PASIÓN DE LA SOLEDAD
NAVEGANDO EN EL FUEGO DE LA MEMORIOSA POESÍA
Por Raúl Jurado Párraga
El hombre se mueve en el espacio de la soledad permanente. El poeta duplica esa soledad en la escritura. Pero para vencer esa sombra soledosa el poeta transita por la escritura y ésta, se convierte en una fuerza vital que lo acompaña por los predios de la poesía, el amor, el exilio y la soledad. Gustavo Armijos Morales (Piura- 1952) con esa marginalidad personal casi mítica nos entrega un peldaño más de su serena poesía y nos solicita gentilmente unas palabras que permita abrir sus poemas. Compromiso ineludible por la amistad que nos anima y reto difícil para dar señas de su arte poética. Pero si de algo sirve decir algo. Trataré de no quedarme con la lengua clavada en el asombro de sus versos. Temo equivocar doblemente mis pasos mirando la habitación de la amistad por un lado y por otra sentir como en una esquina imperceptible florean los poemas del amigo con una fuerza y frescura ganada libro tras libro. Es ahí, cuando los poemas nos lanzan un reto para tratar de leerlos y dar testimonio sobre nuestra lectura. En todo caso, gracias por dejarme abrir una puerta para ti agradecido lector.Acuático/ terrestre título dual configura un universo de extensiones cantadas donde el yo poético adquiere por momentos signos de narratividad a través de un lenguaje coloquial, a la vez configurando un discurso de versos burilados en madurez poética. Acuático/ Terrestre nos muestra espacios ligados a temas constantes como: el exilio, la soledad, el recuerdo, la ternura, el amor lejano, el paisaje. Se presenta con insistencia la soledad como un espacio que hace decir al poeta: Jamás he tenido predilección por los cementerios/ ni por los hospitales aunque para ello haya tenido que negar/ enfermedades tan crueles como la diabetes mellitus./ Por eso visito las cantinas y mi autodestrucción/ no tiene nombre y orino en lugares públicos/ para demostrar que los poetas somos el despelote/ cuando nos encarachamos por algún motivo/ y nos cagamos en los académicos que solo buscan distinciones/ para el momento porque para ellos no esta hecha la posteridad: soledad que nos muestra rasgos autobiográficos dolorosos que aparecen en diversos poemas que a la larga se convierten en soportes importantes dentro del texto. Exilio, soledad, dolor se conjuncionan a otros temas como el amor, el homenaje, etc. Pero quizás, el tema recurrente sea el amor. Aquello que se muestra con una marca de orfandad que se hace lejanía, recuerdo, cercanía e imposible por ejemplo en versos donde se canta a esa Bella con fervor y rabia: Para mi siempre fuiste el querubín que pasea por los hornos/ terribles de un burdel maldito donde has pasado parte de tu vida/ y yo completamente solo hasta el cansancio de no saberte mía. No sólo es la Bella madre soltera de labios pintados de naranja, sino también la Dulce Ana de vacilante coquetería, o la moza de clítoris húmedo y mojado como una granadilla abierta, etc. Lugar preferente ocupa la imagen de Tania Libertad quien es aludida a través de su Zaña nativa y el México exuberante que permite que el poeta muestre en dos planos lo natural del amor y la fama artificial que convierte a la musa en la imagen de la soledad duplicada: Siempre fuiste sola una mujer muy selecta expuesta/ a lo reflectores que inundan tu rostro como un panal de abejas. Poema homenaje, poema de amor soledoso, poema de memoria y pañuelo memorioso, poema de destino, poema con musa lejana en el tiempo.Acuático/ terrestre en otro nivel nos muestra la ciudad con ese paisaje de nocturnidad de cantinas, night clubs, burdeles, calles, parques donde deambula el poeta como uno más viviendo y bebiendo. Un expatriado que aún sueña en la poesía como una tabla de salvación a pesar que se reconoce como: el más tristísimo de lo mortales/ sobre los tejados negros... pero como decíamos a pesar de ese fatalismo del poeta que por momentos se vuelve tortuoso. El texto se organiza como un espacio vivo. Lo tortuoso que hemos aludido hace sentir por adelantado el brazo de la muerte tal como puede inferirse en los versos finales del poema donde aparece la alusión a Paulino Yarlequé Simbala. Leemos: ahora en los tiempos de bus malísimos para la paz de la tierra/ les dije que de repente era la última visita de mi vida. Despedida o entendimiento de la madurez que nos lleva a envejecer y aceptar que lo vivido se hace más fuerte al mirar lo trajinado. Armijos con Acuático/ terrestre no se queda en la interioridad personal sino que, existe en el conjunto de poemas, textos con ampliaciones universalistas realmente admirables como: En la noche espacial y país latinoamericano / experiencia con lobos para citar dos poemas en ésta línea temática.Acuático/ terrestre es para nuestro gusto un poemario que prueba que desde la aparente marginalidad a la que a veces somete la crítica “oficiosa” a algunos poetas es posible generar una poesía vigorosa. Ya que, como afirma el poeta en su arte poética que hacer poesía en nuestro país no da riquezas materiales, pero ésta bien escrita nos da la posibilidad de saber que un buen poema nace de un manantial donde muchos van a beber pero pocos son llamados a copular con ella. Es decir: los auténticos y verdaderos artistas no necesitan (mos) marketing. Verdad que a veces se quiere soslayar pero como el océano (acuático) y como el cuerpo (terrestre) es imposible negar. No se puede negar aquello que inunda todo con silencio (soledad) o con inmenso grito (lucha). Y eso, sencillamente y honestamente se llama poesía. ¿No cree apreciado lector?LA EVIDENTE MADUREZ DEL TROVADOR PIURANO“Fuentes irrigando arenales (la luz se expande y deja una estela difusa). No había animales de mar que fueran, anémonas, corales...”. He aquí una muestra de la madurez poética adquirida por el Trovador, Gustavo Armijos. Como buen hijo de los arenales ardientes, sueña con que fuentes cristalinas y rumorosas irriguen las arenas sedientas de su Piura natal. El poeta no se improvisa, el poeta nace y también, a la par, se hace. Armijos amó apasionadamente –y sigue amando ahora con locura- a las musas esquivas y traviesas que fueron con él, desde el principio amantes pero no tan generosas. Armijos tuvo que bregar duro y estudiar y leer a los clásicos palmo a palmo y trabajar con tenacidad su lenguaje para llegar, al fin, desde “El trovador” celebrado por Antonio Cisneros –el exigente Cisneros- hasta este su reciente volumen Conversatorio, en que ya, sin ninguna broma se puede ceñir el codiciado laurel del poeta. Representante genuino de la idiosincrasia nacional, especialmente norteña, Armijos supo remar en el proceloso mar de la vida usando como principal defensa su buen humor, su optimismo de moreno zumbón y sensual, mientras que por dentro iba a procesión del solitario y tremante creador.Como apunta acertadamente un comentarista zahorí de su poesía en el Espectador de Bogotá: “Armijos en su poesía deleita al mismo tiempo como poeta culto y como bardo popular, maneja con igual facilidad los difíciles términos y los códigos esotéricos de la mitología...”
En El Nacional. Lima, viernes 16 de marzo de 1990.
POESIA PERUANA CONTEMPORÁNEA CONVERSATORIO
Por Arnold Castillo
El discurso poético de la poesía peruana de los años 70, se ha venido estructurando durante estos últimos lustros, con la composición de un lenguaje plural asumido en las más diversas tendencias: la tradición cultista, el virtuosismo formal, lo coloquial, prosaísmo, tono narrativo, entre otros; aportando un universo lingüístico de especiales manifestaciones semánticas. Gustavo Armijos, desde que publicara, en 1977, Celebraciones de un trovador, es sin duda una voz poética importante, no solo por lo sostenido de su producción, si no que aporta en forma especial a todo el esquema verbal, de los años 70, un valor significativo, al diseñar en forma propia y singular una expresividad del verso que busca lo experimental. Mas no así lo novedoso. Armijos confirma esa posibilidad creativa suya entregándonos su último libro titulado Conversatorio (1989), compuesto de once poemas, denominados “El hombre ante el espejo”; subtitulado lo ocho primeros “Partituras Orficas”, y los tres restantes “A la otra margen”. Es el caso señalar que la producción de Armijos ha estado signada, como todo buen creador, interesado en la vibración vital, en la carga efectiva de palabras, para adquirir desde diversos ángulos, todo ese mundo interior que, para decirlo de alguna manera se desborda sobre sí mismo. Poesía ésta que en la aventura de la interioridad un destino que convoca al transcurso del hombre en un tiempo asolado de un entorno social frustrante y desolador: “y piensas en lo que quisiste ser y no pudiste”.Conversatorio es una explicación a la vida desde la referencia de alguien que busca asistencia siquiátrica y que para expresarlo hallamos la parodia “hipocondríaco perfecto que le duele desde la uña hasta el fondo del electroshock”; o de otra manera el humor o el feísmo que sirven para enriquecer el texto en su composición temática. De esta manera se registra una realidad que se resiste a ser nombrada: “Estás convencido que de nada sirve contar tu experiencia”.Armijos para explicar ese insondable mundo de la siquis, en la figuración del poema, encuentra también uno de sus apoyos en la ambigüedad textual, pues de manera primordial sus referencias son impersonales, y las veces que las configuran son múltiples y suelen dispersarse en el poema: “No sabes viejo peregrino que has venido a caer en este diván”, ambigüedad también aludida con el párrafo de largas secuencias, con sesgos narrativos: “Se declaran en quiebra, buscan pacientes en los basurales, sus mandiles se han tornado color fucsia, los siquiatras escriben tratados de medicina a escondidas”. A tenor de otros poemarios Armijos diseña mejor lo sustantivo de su quehacer intimista y es posible observar su maduración a través de una escritura, en el que se hallan presentes la emoción, la reflexión, la experiencia citadina, “por eso de vez en cuando tratas de lucirte en una peña interpretando los valses de Pablito Casas Padilla”.Conversatorio de Armijos cubre un amplio espectro de la realidad recreada poéticamente y en la que es posible intuir el desencanto, con versos fluidos y extensos, del diario vivir con lenguaje propio que pone de relieve, un gesto de reflexión verbal, que grafica un momento de la existencia del hombre.
En El Nacional. Lima, sábado 17 de marzo de 1990
CONVERSATORIO O LA METÁFORA COLECTIVA DE LA MEMORIA
Por Raúl Jurado Párraga
Reflexionar sobre la poesía escrita a partir de la década del 70, obliga a conocer en su totalidad las diversas vertientes que esta desarrolla. No se puede dejar de reconocer los aportes de los poetas agrupados en “Hora Zero” especialmente los trabajos de las “individualidades creadoras” (Jorge Pimentel, Juan Ramírez Ruíz, Tulio Mora, Enrique Verástegui) como presencia viva de su continuidad creativa al margen del frustrado parricidio ideológico del grupo. Por otro lado, también hay que reconocer la labor sin muchos aspavientos grupales de poetas como José Watanabe, César Toro Montalvo, Carmen Ollé, Gustavo Armijos, etc., quienes sin la necesidad de la ruidosa llamada de atención últimamente han publicado sólidos trabajos poéticos, que no hacen sino confirmar que muchas veces la paja dorada del ojo sólo permite ver lo que está encerrado en el círculo dantesco de una familia literaria decadente que determina lo que es buena o mala poesía. Pero en fin, este artículo no posee el deseo crítico frente a lo que es la cultura en nuestro país; por eso preferimos dejarlo en polémica finita. Y por el contrario esta nota pretende reflexionar en algunas claves del último libro publicado por Gustavo Armijos (Piura 1952) bajo el sello de Harawi con el título de Conversatorio (48 págs.) Armijos gran animador de la poesía con su ya histórica “Tortuga Ecuestre” (iniciada por el poeta Isaac Rupay) autor de libros “Retrato humano” 1971, “Celebraciones de un trovador” 1977, “Liturgia de la vigilia” 1979, dejó pasar 10 años para entregarnos un nuevo libro. Si bien hay diferencias notorias en el manejo semántico de libro a libro, también podemos señalar el avance lexical de los mismos por momentos extremadamente coloquial matizada con pinceladas de un lenguaje depurado. El mundo representado obedece a un constante afán condenatorio, a una señal infernal en la misma cima de la ruinosa sociedad en donde se posible conjugar hechos más disímiles sexualidad-religiosidad, violencia-frustración. El último libro Conversatorio, ahonda los rasgos señalados pero a la vez, nos descubre una auscultación y una desnudez colectiva de la realidad del individuo cosificado en un mundo en donde el hombre es conciente de su entorno: “es un tiempo difícil que te ha tocado vivir” (pág. 45). Los textos en su totalidad se dan como una gran metáfora colectiva de la memoria en su estado reflexivo e increpante del entorno social. El poemario desde el título se da como un signo emblemático de la comunicación en su grado íntimo que desde el “yo poético” subjetividad envolvente increpa a otros individuos con una objetividad clara. “Es difícil delinear una existencia donde no emerge la sangre mezclada / con el vino de la palabra del enemigo (pág. 24) síntoma que se ve con mayor claridad en otros poemas: extraviado y en cuclillas te pones una caparazón hechas todos los muertos que te han rodeado / y se han puesto a mascullar palabras / con la finalidad de atraparte”. (pág. 34) y la impugnación contra los individuos se hace más cruda esta vez contra los que crean tener la verdad de la cultura: “y por lo tanto debes declinar enfrentarte a las fuerzas / del orden poético porque ellos son los que gobiernan / el mundo de la metáfora / y porque definitivamente ellos son los últimos en enterarse / que han muerto”. (pág. 36). Como se ve la presunción del texto se da como un canto de protesta en sus dos partes. El hombre frente al espejo (partituras órficas) – El hombre frente al espejo (Al otro margen). Es un canto que conjuga voces diversas pero superpuestas de un mismo “yo poético” apoyándose mediante al escritura visual o cinética (véase los poemas Radiografía de un texto, confluencias del diagnóstico, cuadro psicológico, las cartas sobre la mesa (poema 6) en donde se llega a su muestra experimental más notoria notándose la buena asimilación del trabajo del mexicano Octavio Paz. Otro aspecto que no se puede dejar de aguantar en el libro de Armijos es la frecuente dualidad de colores léase el poema “Confluencias del diagnóstico” (Mandiles blancos estetoscopios negros) elementos rastreable en otros poemas no sólo con otros colores sino también con objetos varios mediante la contraposición de adjetivos) (palidez – sombra, espejuelos – aceitunados, etc) el poeta no sólo ahonda la experimentación con la finalidad acaso de plantear la tragedia de Orfeo poeta Tracio que con su música dominaba y animaba la naturaleza pero que es dueño de una de las más grandes frustraciones en torno al amor de Erudice; personificado en Sofía Madrid, Patricia García, Denitza Cavallie, María Elena Acevedo por el poeta Armijos. El libro es además como señala el poeta una búsqueda incesante de la belleza. Belleza es una osadía para el que tiene una forma de acceder a ella / como las mujeres de una isla de encanto (pág. 15). Conversatorio es palabra y la vida, pero no aquel que se ha combatido y nombrado muchas veces como diría el poeta sino como la afirmación del propio hombre que ha logrado la pequeñez de la eternidad y la comunicación más clara de la poesía Peruana última.
EN ESTA VIEJA NAVE Y OTROS POEMAS UN LIBRO, UNA VOZ
Por: Raúl Jurado Párraga
Dentro de la poesía peruana de los 70, la poética de Gustavo Armijos (Piura, 1952) resulta un discurso sugerente en propuestas que de libro a libro ha ido logrando una decantación que lo ha llevado a la madurez poética.En este último libro, En esta vieja nave & otros poemas (Fondo de Fuego Editores, 2000. 69 pp.), se nota la madurez, poética, no sólo para manejar la estructura del poema, sino también para "historiar" temáticamente espacios míticos, exilios, recuerdos y amores.El poema más extenso del libro es mostrado en XVHI jornadas, fuera de un poema inicial que actúa como obertura. El texto nos pone en alerta y bajo una polifónica voz, va discurriendo como un testimonio vivo: la ciudad, sus moradores y los amores del gran pirata-poeta que recorre línea a línea la urbe y los mares.El poema es un registro completo de la juventud, de la adultez sabia y de la vejez contemplativa. Surge la figura de Julio Yamunaqué como la representación viva de lo popular, es la voz del sabio que hace de sus palabras una guitarra de poesía para hacer de: sus palabras crecían como diluvios que venían con el tiempo.. Julio Yamunaqué es el que enseña a cantar a la vida, el que armado de ojos de futuro hacen del yo poético un ser admirado: y es por eso que el homenaje a ti debido/hoy la escribí al borde del fín de siglo/ara que nadie diga que nunca fuiste mi viejo confidente/Julio Yamunaqué. En esta vieja nave es el poema del nostos a la memoria, es la construcción de la historia, es el canto de los gorriones pensando en el viejo faro que alumbre hacia el mar.Estamos ante un extenso poema que no se agota en una lectura, sino que espera varios acercamientos para entender las claves escondidas en la vieja nave que es el símbolo de la poesía.En la sección Otros poemas ingresamos a varias puertas donde los rasgos autobiográficos son la marca más notoria de los discursos. La mayoría de estos poemas hacen sentir la vibración de la sangre con las que fueron escritas. La humanidad de la madre, de la compañera, de la amiga, son emblematizados por la voz del poeta. Los poemas son epístolas cifradas de un espacio y un tiempo en la lenta historia del poeta.Por otro lado, no se olviden los referentes culturales a pesar de que se está hablando del amor, la ternura y las nostalgias. El poeta ha elaborado una miscelánea dialógica donde las imágenes, los símbolos muestran poemas logrados y no sólo en lenguaje, sino también en mensajes. El poeta está conciente de ello: y pasarán los años y los siglos / y estas palabras / le otorgarán / la exacta dimensión / al pueblo en que nací. Como un reclamo de la memoria para el artista y su obra.Sin temor a equivocarme, aunque a veces es necesario, el libro de Armijos, que ha sido leído con paciencia, es uno de los más sólidos libros que se han escrito a fines del siglo XX y su osamenta poética será un referente obligado para los poetas que deseen leer poesía de la buena.
En Avanzada Cultural. Biblioteca Nacional del Perú. Lima, 12 de diciembre del 2000.
EN ESTA VIEJA NAVE Y OTROS POEMAS.
Por Ricardo Ayllón
Los poetas provincianos nacidos en recientes décadas, solemos manejar una idea casi medular aunque totalmente errada acerca de la poesía de los 70, que ésta sólo pudo existir gracias a las exiguas vértebras de Hora Zero, la famosa agrupación ahogada luego en el vano espumarejo de la pose y el cliché, como aquellos algodones dulces que venden en las ferias provincianas de las cuales al final no hemos aprovechado nada y sólo nos queda el palito puntiagudo para metérnoslo en el fondo oscuro de la encarnecida inconciencia. Afortunadamente en los 70 hubieron otros vates, como Gustavo Armijos, que también sacaron la cara por la cultura de la calle y por esa poesía fundada con la misma argamasa de Hora Zero, eligiendo inclusive una vida signada por una marginalidad todavía más rabiosa, aquella que finalmente es la única que suele devenir en esa verdadera autenticidad que tanta falta hace a la poesía nacional. “En esta vieja nave & otros poemas”, en ese sentido no hace otra cosa que testimoniar lo dicho. Libro publicado con la intrincada artesanía de la soledad e invocando inclusive esa forma juvenil aunque dura de la esperanza que es el autofinanciamiento, asume como patrón la vivencialidad de su autor, elemento que nos ofrece la feliz dualidad de servir como temática y como fórmula de un coloquialismo que percibimos incólume, propio de aquel desborde de imágenes usado con el vertiginoso ritmo de furor que caracterizó a la poesía de su generación. Pero en la lectura nos vemos involucrados también por el peso de la evocación, el terruño y el desarraigo, respaldados por un alto sentido intencional de revalorar la cultura peruana, alcanzando con ello un discurso redondo, personal, que otorga verdaderos méritos a la poesía de Armijos. Todo lo cual hace que sea imposible no reconocer al poeta que es Armijos, considerado hasta el cansancio sólo como promotor cultural y director de La Tortuga Ecuestre. Y de ello habla claramente su desenfadada personalidad, un signo suyo que definitivamente no es un defecto en estos tiempos en que tanta falta hace batir gritos de libertad contra este sistema reducido a la hipocresía y al facilismo.
N. del E. En Prohibido orinar al cielo. S/f
NUEVA TRAVESÍA TENAZ EN ESTA VIEJA NAVE
Por Miguel Angel Guzmán Dávila
Las lecturas a que nos lleva "En esta vieja nave" (Editorial San Marcos, 2003, 43 pp.) del poeta Gustavo Armijos, nos ubica y depara sorpresas y apuntes náuticos del gran cuaderno de bitácora que son la vida y la esperanza encontradas en los más enrevesados mares por los que ha concurrido como privilegiado expedicionario en cada luciferino puerto en que ancló sus ilusiones y aferró sus visiones más selectas y sempiternas, las cuales han pasado a constituir sus esenciales percepciones y sus más abisales tributos por haber sido protagonista / testigo de las arduas pericias que conforman este nuevo aporte en de plasma su carácter más recóndito, su conciencia más fraterna.El carácter de confesión y de manifiesto brillan como las luces iridiscentes un todavía lejano muelle al que hay que llegar o del que se está marchando s por las imborrables antorchas de los antiguos faros o de los silvestres celestes incendios primigenios, lo cual no deja de colocar sus ambiciones por aseverar y tener la lección presente y la lección futura de una perspectiva ática que coloca este intrigante decir en un nivel expectante y auspicioso de constancia poética que trasunta la intención reparadora de ayudar/revelar con un reparo altruista y sutil.Sin embargo, esta travesía no se circunscribe a un mero poetizar la realidad en la visión de un viejo cosaco ha estado en los cinco mares continentes ni se llena de pasajes y anécdotas silenciosas o estridentes, es aún más, es un intento y una plasmación debida de una gran práctica vital con referentes verdaderos y con consignas certeras, donde el contexto sirve como pretexto para elucubrar con acierto un ámbito desgarrador y sincero que nos lleva a complementar y enriquecer la gran lectura de la vida, que es una encrucijada en los rnárgenes de lo simbólico y lo real.Otra dimensión es el amor entendido aquí como un vuelo de lo pasajero a lo viceversa, donde la exacta presencia de la amada permite reconocer elementos ocultos "en el corazón de los místerios", y cuya exaltación resulta una contienda vana y fatigante al no permitir la unión atinada entre la palabra y la de la inocencia -léase absurda evocación de un adiós permanente-. La presencia del amor es una lección crucial, pues participa del querer y participa del amar, mas no es ninguno de los dos, es un recuerdo alucinado entre ron y ron y mascarón de proa y saladas aguas que avivan la herida con cada golpe de olas en la cubierta de la memoria: ...”y aún así no saber nada absolutamente nada de lo que es el amor / el amor es un viejo castillo por donde todos transitamos / y somos bellos tratando que todo lo nuestro permanezca"... (pág. 13). Así, la sensibilidad y la textura del discurso se ve enriquecida por esta alegoría de la revelación y la utopía tenaz.Particularmente emblemático resulta el poema que da título al libro porque en él se condensa la trascendencia y el rumbo al que alude de manera directa el fulgor espontáneo constitutivo del mismo, lo cual indica la preocupación intensa y el recato seguro de una sana intención por recuperar un trascendente humanismo que haga el mundo mejor.Confirmarnos aún más entonces lo comentado en anterior oportunidad cuando dijimos que el poeta Gustavo Armijos ... " de forma precisa y rotunda reinscribe su nombre en el firmamento de la poesía peruana contemporánea gracias a su persistencia en el trabajo con la palabra y a su irrenunciable sustancia humana que lo alimenta y nos alienta"..."En esta vieja nave" es, pues, un libro que se inscribe junto a otros poemas largo aliento que enriquecen la literatura peruana y se constituye en espléndido baluarte por la particular visión que testimonia y representa en la poética de los últimos tiempos.
17 de junio del 2003.
LA FLAMA DE LA POESÍA O VARIA CANCIÓN
Por Miguel Angel Guzmán Dávila
El reconocido poeta Gustavo Armijos nos confirma y reconforta al hacemos entrega de su último libro: "Varia canción", (Lima, enero del 2003, Fondo Editorial de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega, 106 pp.), poemario con el que de forma precisa y rotunda reínscribe su nombre en el firmamento de la poesía peruana contemporánea gracias a su persistencia en el trabajo con la palabra y a su irrenunciable sustancia humana que lo alimenta y nos alienta y con la cual ha logrado troquelar una de las más particularísimas aventuras poéticas cuya lectura y delectación han de dar una muestra más del variado y rico espectro de registro y dicción de la lírica de los últimos tiempos.Gustavo Armijos además de autor de los poemarios: "Celebraciones de un trovador" (1977), "Liturgia de la vigilia" (1979), "Tierras del exilio" (1982), "Conversatorio" (1989), "En esta vieja nave & otros poemas" (2000); es también el infatigable director y generoso difusor de la valiosa "revista" de poesía "La tortuga ecuestre", decana de nuestras letras y cuya envidiable periodicidad mensual (próxima a cumplir treinta años de existencia), se constituye en una muestra cabal de su trascendencia y del aporte a la consolidación y el acicate de innumerables jóvenes valores que han aparecido en sus ya legendarias páginas.En `Varia canción" Armijos recompone un estilo poético que ya le conocíamos, pero que ahora se ve atesorado por la solvencia que dan los años y los sueños de una obra cada vez más sólida. Su palabra trae consigo ecos de un mundo sórdido y confabulatorio, de un brebaje denso que atraviesa la ciudad de parte a parte con un dominio y poder de arrebato y desinfección para marcar a su paso las miserias y desventuras de la existencia misma, sin dejar de lado el amor en su más descarnada vivencia como un permanente recuerdo que lo ayuda a seguir por estos frágiles y pantanosos caminos atiborrados de mezquindad; aunque el tráfago y la polución por las que cala contagie muchas veces su decir arrebatado, su verbo sale indemne, fresco, con una contundencia que atrae posturas de expectación e interés propios de un poeta sin subterfugios y que además se tortura y se agravia a si mismo con una descollante franqueza al sernos leal mostrándonos sin eufemismos las distintas singladuras por las que ha transitado impenitente.Debemos anotar además que su lenguaje incandescente y preciso, es un permanente elaborar y reelaborar hasta hacerlo un instrumento mediante el cual transforma la materia poética ora cáustica, ora evocativa, en una sola expresión de permanente autenticidad y devoto tino por la palabra y por la vida.En "Poética", primera sección del libro, el poeta nos confía de alguna manera el porqué de su escritura: "No me tropecé con ningún rey. /Tampoco ambicioné las riquezas y famas de los privilegiados. /Sólo fui poeta". He aquí una de su intensa entrega por la poesía y de vivir su vida en ese constante estado dee purificación santa y no santa sin esperar premio alguno. "Cómo podría olvidar las murmuraciones / mi figura, el agua, el paraíso / reflejado en el poeta reflejado en el estanque”. El poeta reflejado se observa y observa a través de ese reflejo creado por él mismo, acaso auténtico o inauténtico, pero creado por él y por él visto como un paraíso Borgeano ..."sin conocer la piedad de la penumbra...", riesgo sólo suyo de mirar su rostro u otro que hubiese tanto deseado en un tiempo ya recobrado, ya perdido. En "Ceremonial del habitante", parte segunda del libro, se da una buena reflexión del sujeto citadino y de sus circunstancias cotidianas y de sus coyunturas límites, aquí de alguna manera su voz se alza para sugerirnos y reclamarnos los "reflejos de un cazador solitario" de costumbres propias y ajenas porque..."Naciste en un hogar de clase media./Con otros que te antecedieron /y ahora cantan en el festín de los desheredados". En "Ánfora de cupido", se consagra el amor como una larga espera de desagradable sabor. Así la nostalgia y las remembranzas se apoderan de los versos... "Magnolia, más acá del amor que fragmentado está en tu existencia". "Me agobia tu sombra cuando voy por los mismos lugares que conocimos". El amor es un recordar y el recordarlo un eterno castigo escrito en diarias misivas sin prohibición factible, pues ..."Retorno al canto de mi primera infancia / y antes que la tarde se haga presente / pienso en ti”. En "Crucero matinal", penúltima parte del libro, los textos se dan con variadas referencias tanto culturales como geográficas, y es que allí nuestro autor supo rescatar de sus prácticas, los momentos gozosos y contemplativos; por lo que desfilan apretadamente en esta parte: el Hades, Cavalcanti, Delfis, Peloponeso, Heráclito, Tebas, Febo; así como también Guayaquil, Esmeralda, Machala, su Piura natal, Río Guayas, Ambato, Río Cauca, en poemas siempre denunciantes de la realidad y del hombre con ese leve sopor de la melancolía imaginada. En "Sobre el diván de los sueños", con la que cierra el libro, el poeta ensaya en alta fidelidad una terapia o un relax, común a los nuestros, que le es o nos es propio a través de la escritura, y aunque algunos temas se toman recurrentes a lo largo y ancho del poemario, es digno de resaltar los poemas Toxicomanía (1) y Toxicomanía (2), que emblemáticamente se ocupan de seres cuya actualidad y existencia a veces se niega pero que están presentes en diversos lugares y en todo estrato social desperdigados por allí sin felicidad ni amor “Vengan mercaderes /traficantes de la más sacrificada de las profesiones /su cuerpo está vacío y seguramente quiere cubrir ese vacío para seguir viviendo /no necesita solamente esa armazón ósea para estar de pie /Su historia clínica no tiene historia y la han extraviado porque quizá ustedes están más locos que él /ah médicos del mundo /aquí está el hombre que ha visto cerca la cara a la muerte y no le ha llamado la atención /sean sinceros él fue más valiente que ustedes y tuvo la fortaleza de encarar la existencia sin ningún remordimiento".Con “Varia canción” el poeta Gustavo Armijos ratifica su valía con decencia y reclama igualmente con esa misma modestia el lugar que le corresponde en la Literatura Peruana de manera irrefutable; reacción lógica y natural de hombre y artista de su época... “reacción hermosa y valiente contra la política de círculo que hacen los apellidos. Porque en ciertos círculos de Lima no hay escritores, ni poetas, ni artistas, hay apellidos solamente”.
Lima, diciembre de 2002.
ACUÁTICO / TERRESTRE O UNA NUEVA CELEBRACION DEL TROVADOR
Por Miguel Angel Guzmán Dávila
Pocas son las obras poéticas en donde se puede palpar, sentir, auscultar, y reanudar la vida misma: no como una visión lejana de las cosas, tampoco con una impostura que nos suene a falsedad sino con una franqueza suicida o con una sencillez persistente que simbolice un decir intransferible, único y suficiente. La poesía en muy contadas ocasiones, suele ataviarse de visceralidad, de desarrollo decisivo, de un transparente discernimiento de lo que es la crispada norma del vivir, y en un escaparate de ideales deja mostrar todo el hundimiento el vicio y la declinación como un largo alegato de irisados y tormentosos ingenios de lo creado: amanecer y crepúsculo rizado de credenciales y habituales ratificaciones ennoblecidas, purificadas, insobornables. Y es que en este verbo desabrido, acerbo, y severo, pero recalcado hasta lo evidente por el buen gusto y el trato prudente de la palabra, no hay aversión, inquina ni antipatía. Hay algo muy real, un motivo patente que se deja evidenciar con laboriosidad y diligencia. Sin obcecarse, y con gran ánimo sensorial, ese ánimo sensorial que edifica y construye, lo velado y lo cierto, esta poesía de apariencia exangüe y desangrada de vitalidad, nos suena extraña y tal vez excesiva en su razón, causa o etiología. La euritmia (armonía) y la eutrapelia (ocurrencia), junto a lo horrísono (ensordecedor), logran una honradez -si cabe el término- y rectitud que nos vapulean y nos instan a buscar y beber de las fuentes mismas de este orto absorbente y gozoso, a pesar de su "deterioro".Todo lo arriba mencionado, son las premisas primordiales que nos producen la lectura del poemario "Acuático/Terrestre" (Ediciones del Instituto Cultural de la Universidad Nacional de Educación "Enrique Guzmán y Valle", "La Cantuta", Chosica, 2005) del notable poeta peruano Gustavo Armijos Morales (Piura, 1952). "Acuático/Terrestre", quizá nos señala la cercanía o la distancia de un transeúnte que traza su itinerario entre dos realizaciones o dos modos: lo acuático (soluble) y lo terrestre (sólido), en una forma anfibia que lo convierte en un inusitado intérprete de la intimidación y el desafío, como uso iluminado de una “ruta pedregosa” donde todos somos vagabundos de la opulencia". Y la clave entre lo soluble (acuático) y lo sólido (terrestre), se da en todo el poemario: es una posibilidad y al mismo tiempo una imposibilidad, una incertidumbre y una certeza, una plenitud y una efervescencia en todo: la desintegración social y la aceptación social, la soledad y la comitiva, lo individual (el egoísmo) y lo colectivo (lo solidario), valores y antivalores que el poeta ha manejado desde su personal punto de vista, que trasciende el mismo y se instala en nuestra más plena modernidad o posmodernidad, o simplemente en estos tiempos que son y que están siendo. Dable es también de anotar la naturaleza fluctuante en el amor/desamor tratado como tema estropeado, fruto de la adversidad y el infortunio, siempre con el estigma pendular del anuro (mar/tierra), que desemboca en sentimientos de orfandad, exilio y dolor.Gustavo Armijos reafirma con "Acuático/Terrestre" su fe inquebrantable en la palabra y la celebra y explícita de manera insigne y eminente con este libro de poemas que acrecientan su calidad y su prestigio.
Lima 12 de diciembre del 2005.
EN ESTA VIEJA NAVE Y OTROS POEMAS
Por Carlos Bayona Mejía
Una nave viajera se remonta en el imaginario vivencial de cada situación de encrucijada, esperanza, oportunidad. Los recuerdos son testimonio de parte de una alegoría en tono a memorias condensadas del sueño freudiano que “ir en busca del mar es volver a nacer” y Armijos comparte con su público como portavoz surrealista.Sus poemas presentan un pesimismo y angustia.“Es evidente que el destinotiene la ferocidad de los señores bañados de sombra”(...)“Nelly bien podría ser es la sombra en la sombra”.p. 11Se puede distinguir figuras literarias de pensamiento, característicamente pintorescas. El símil o comparación, descubre los dos términos: el real y el ficticio, el que suministra el símil y el símil mismo; es como una costura en que se dejan a la vista los hilvanes.Se reconoce pues siempre es antecedida por “como” y algunos autores consideran a “cual”Las figuras más originales del poemario son a su vez.“Los avisos luminosos lucen brillantescomo el cuerpo del paiche”p- 14“y los vasoschocaron como espadas en medio del desierto”p. 15Observemos esta figura patética de IRONÍA o sarcasmo en la cual impugna o se burla de hechos y personas.“La diabetes es irreversible a la dulzura de una risa” p. 16Otra figura muy bien trabajada es el oximoron.“para saborear los oscuros deleites”p. 17El oximoron resulta de una contradicción entre dos palabras vecinas generalmente un sustantivo y un adjetivo; ejemplo: “un silencio elocuente”.La concatenación es la figura que se logra repitiendo, al principio de un verso o cláusula, la última palabra del verso o cláusula anterior.“traían el bambolear del algarrobodel algarrobo su pobreza encanecida” p. 28El polisíndeton consiste en usar repetidamente las conjunciones para dar énfasis a la expresión. En la página 29 del poemario se puede contabilizar la conjunción copulativa –“y” – hasta en quince veces, dentro de veinticinco versos.He aquí una muestra.“y las torres y las estaciones jamás tuvieron tu presencia“y comenzaste a pagar los impuestos y la modernidad te quitóel viejo encanto y yo comencé a partir.”La antítesis es la contraposición de dos palabras que expresan ideas opuestas.“El mundo encierra mentiras verdaderas (...)”p- 33La anáfora consiste en comenzar los versos con la misma palabra.Muchacha hermosa como una noche diáfanamuchacha con la inmensa quietud de una iglesia colonialmuchacha de risa transparente como lámpara votiva.p- 41La reduplicación, figura que consiste en repetir sucesivamente una palabra en el mismo verso o miembro de una expresión.“vacío vacío vacío frente a patios que ella misma describe” (pág.62).
15/12/2000
CALAS VITALES EN LA POESÍA DE GUSTAVO ARMIJOS
(POEMARIO: “VARÍA CANCIÓN”)
Por César A. Ángeles Caballero
1. INTRODUCCIÓN Hace muy poco tiempo, en este mismo extraordinario recinto, recogiendo la paradigmática huella del ilustre Abraham Valdelomar, comentamos entonces su exquisito y vertebral poemario: EN ESTA VIEJA NAVE y OTROS POEMAS (Lima, 2000), reiterando la excelente calidad y contenido de la obra poética de Gustavo Armijos. En esta mielada noche de poesía y belleza literaria nos referiremos a su penúltimo poemario: VARIA CANCIÓN (Lima, 2003); sin embargo, bien vale recorrer la gama poética édita de tan singular y diligente aeda piurano, como antecedentes muy puntuales de su quehacer poética total. La relación cronológica de sus poemarios se distribuye como sigue:Diez valiosos pilares de la trascendental poesía armijiana que sostienen el crisol del nuevo aporte aédico que esta noche de gala valdelomariana entregamos a la “Historia de la Poesía Peruana Contemporánea”.2. ESTRUCTURA DEL POEMARIOAl introducirnos en la estructura misma del discurso poético total de esta nueva contribución de Gustavo Armijos, hallaremos en escalonamiento, constitutivo, cuatro partes, con específicas peculiaridades, que bien pueden esbozarse como sigue:I. Poética: Nueve poemas.II. Ceremonial del habitante: Ocho poemas.III. Ánfora de Cupido: Trece poemas.IV. Crucero Matinal: Quince poemas.V. Sobre el desván de los sueños: Catorce poemas.Cada parte, denuncia en su lectura el contenido argumental, anillando una cadena diamantina de cinco esmeriladas partes.a) Parte I: Poética, esboza a lo largo de su emocionado discurrir un valioso esquema conceptual de lo que el poeta concibe y delimita la entraña cósmica de su poesía; esto se comprende bien en la denominación de dos poemas: “Arte poética” y “Poema con logros”. Para definir o conceptuar la poesía armijiana es menester ardua y delicada lectura. Al respecto pueden esgrimirse decenas de discursos, mas nuestro poeta, arriba trasmontando las puertas de una heterogénea creatividad con lucidez y vehemencia, para alcanzar el verbo que perfila y denota el entorno de su poesía. Armijos clareo estas lecturas vestidas de belleza que podrían ser “... las agonías del poblador descifrando el enigma de los océanos”, consecuentemente “nos proporcionan las palabras escritas en la piedra” (“La improbable derrota de los días”); por este cause tumultuoso y silente, “Las palabras fueron ríos anchurosos bañando extensos valles (“Arte poética”). Por ello, exclamará extasiado y convencido de su vocación intransferible: “Estás conmigo siempre ¿Oh, poesía!” (“Arte poética”) y “Sólo fui poeta”, “Así consumí mi vida con excelso placer” (“Arte poética”).b) Parte II: “Ceremonial del habitante”: El hombre (“Homo”) es figura cumbre del acaecer poético, es decir señal y símbolo de su propio existir. En este trajinar hallamos sorprendidos una poesía de uníferos rasgos metafísicos en la descripción anímica de la vida del hombre, enclavado en su entorno. En el poema “Homo” hallamos una veloz hojeada histórica del hombre y su entorno existencial y al poeta meciéndose entre ellos, meditando puramente en que es necesario “... un amanecer a los que creen en Dios” (“Homo”); de ahí que“Los hombres fueron el plano inclinado por donde baja la saviay las mujeres el agujeropor donde transpira la humanidad.”c) Parte III: ÁNFORA DE CUPIDO: Clarividencia de la vida en el misterio de un encierro total.El poemario de Gustavo Armijos, posee un extraordinario hilo conductor de marcado sabor existencialista, simbolizado ahora en Cupido, inmerso éste en su ánfora, a través de extasiados matices anímicos, vale decir: más acá del amor que fragmentando está en tu existencia ... (“Magnolia”), es decir en el de la Amada. Su pensamiento encimado de nostalgias pende horizontal en estos tres heráldicos versos:digo: río que va al mar que es el morirdigo: guitarra y los trinos se elevan a lo altodigo: año para identificar al tiempo y su medida(“Consagración Natural”)En esta ánfora de mil resquicios y sorpresas, de mil problemas y de columbrados recuerdos en la memoria del poeta, surgen las estaciones de ensueño y el enigmático misterio de amores amanecidos en la clara aurora o lapidados en la ruma del anochecer. Todo es posible, hasta el alfabeto de la duda, sin letras claras o la armonía del canto bravo en sorprendidas notas volanderas.Estilísticamente esta Tercera Parte del poemario armijiano, es simplemente una ánfora inundada por el panal de la vida del poeta y trasuntada en las celdillas de su permanente acaecer con abanicos de mil colores y destellos de clara luz poética.d) Parte IV: Crucero Matinal: Camino de la Memoria Ensoñada.En esta penúltima parte (IV) el soliloquio madura en la fronda de añosos árboles y en la tierra melancólica de aviolinados y juguetonas avecillas, electrizadas por el rumor del viento que va y viene; pero, otra vez son los recuerdos del amor recostado en la playa silente de un mar de aleluyas. Demuestra asimismo el poeta su celosa formación académica a través de las referencias a sabios griegos, como Hesiodo y Heráclito, que han legado a la humanidad su más eterno pensamiento de verdad, en un claro intento y signos de vida común. En este discurrir temático, juzgamos que “los puentes” es un hermoso y extraordinario poema que cabalga entre luceros y telúricos y majestuosos signos de clarividencia. Es así entonces una prueba fehaciente de su gran formación humanística que armoniza con su poesía.e) Parte V: SOBRE EL DIVÁN DE LOS SUEÑOS: Imágenes de volátiles fantasías sicológicas.Desde que el hombre tuvo conciencia de su vivencia estremecida de sueños ha sido la alada catarsis del alumbramiento vertebral de su ser, enmarcado en su yo profundo. Los poetas acuden al sueño como el medio más eficaz de volatizarse en el etéreo cielo de la imaginación, así, en nuestro entender lo esboza Gustavo Armijos. Por estos caminos singulares surgen la angustia y su retorcido dolor, otra vez el amor que derrama su imagen patentizada en el espejo solitario del tiempo; en suma ha “... mirado gente con vestimenta en distintas tonalidades...” (“Una vida huracanadamente tierna”), hasta arribar a puerto seguro con luces clareadas de grandes bondades, en la agonía y el éxtasis del amor, que una vez más envuelve al poeta en todos sus poemas.3. DEL VERTEBRAL ANÁLISIS ESTILÍSTICOLas raíces estilísticas de la poética de Gustavo Armijos son añosas y penetrantes, porque nutren la savia mágica del contenido o materia del frondoso árbol de su penúltimo poemario: Varia canción (Lima, UPIGV, 2003). De pronto una de las raíces nos alerta de la metafísica singular y de la íntima sicología del poeta y de su obra; otra, penetra como flecha ardiente en los anecdóticos pormenores de sus ajetreos amorosos, por todos los ángulos vaivénicos de su ser, algunos claros en singulares acaeceres dan marco a la base misma del hombre y su circunstancia, tal vez otros en pormenores de la aún indefinida coherencia de nuestra identidad; y, también en el peregrinaje y el ambular del aeda, por países, ciudades, pueblos, alquerías, de aquí, de allá y del más allá. En este sentido intentaremos delinear puntualmente un derrotero que con variadas calas se detenga en algunos temas de nuestra preferencia:a. El refrán, como punto de catarsis. Armijos matiza sus versos con definidores refranes de nuestro acaecer social, partiendo del palmista refrán: “... el que no tiene de inga tiene de mandinga” (“Homo”) que nos define dentro de nuestro contexto étnico y que ahora se denomina, Arguedas no miente, “Todas las sangres”. Otros refranes de sabor humorístico, son estos:...Catillos construidos en el aire...”(“Secuencia descriptiva”)...“Enseñarme a ponerle el cascabel al gato”...”(“Homo”)...“... pero la cabratira al monte...”(“Pompas fúnebres”)b. El Folclor milenario denominador de nuestra entraña peruanista.En toda la poesía de Armijos –ya lo hemos expresado– hallamos muy valiosos y sugerentes motivos folclóricos, que esencializan la temática profundamente nacionalista de muchos de sus versos. Entre estos matices hallamos enclavados dentro del texto de sus versos, algunos sabrosos piuranismos y peruanismos.PIURANISMOS· Chilalo:...llorando entre ... chilalos...”(“Habeas Hábeas”)...Chilalo: ave pequeña que construye sus nidos de barro con compartimentos.· Guabas“...en todos los huertos de la fronteraguabas...”(“Soliloquio del viajero”)Guabas: fruta semejante al pacay (del quechua).· Motelo...“... el grito de la motelo”...”(“Soliloquio del viajero”)Motelo: Tortuga de tierra.· Mangachería...“platicaba sobre un pequeño barrio llamado la mangacheríasobre la cual escribió Vargas Llosa......”(“La última temporada”)Mangachería: pequeño barrio piurano.PERUANISMOS· Cocales:...... cruzar grandes cocales...”...(“Pompas fúnebres”)Cocales: plantaciones de coca (del quechua coca), planta masticable de ancestral origen peruano.· Huaca...... “alguna huaca que algún arqueólogo anciano olvidóentre las plantas de chincheros...”(“Poemas en 5 tiempos”)...”Huaca: Adoratorio, cementerio pre-quechua y quechua.· Pisco“...exquisitos 2 piscos....”(“Primeros ***”)Pisco: aguardiente de uva, fabricado en el Perú. Del quechua pischo: ave.· Trago...“Con cualquier cantidad de trago”(“En punta Rocas”)Trago: cualquier bebida alcohólica.· Algarrobo...... los últimos vestigios de los algarrobos...(“Homo”)Algarrobo: Árbol tradicional “ciudadano de Piura”, como lo llama Esteban Puig.c. Tras la huella luminosa del extasiado paisajeComprobado está, plena y totalmente la heterogénea presencia del paisaje en nuestra literatura, en tal medida que es un verdadero personaje, casi de carne y hueso, pues se halla las células mismas e íntimas de nuestros poetas y narradores y aún en autores teatrales. En algunos en mayor medida; en otros, con caracteres más específicos y sensibles, pero, en todos a uno, con la misma congruencia, simbolismo ancestral y majestad telúrica.De su lado Armijos, es uno de nuestros poetas que mejor ha sabido captar, casi fotográficamente, nuestro multicolor paisaje, no sólo con incidencia natural, sino con entraña metafísica y aún teológica, como cuando expresa: “... inventarle un amanecer...”El asombro como elemento vital de la fantasía en el poeta que venimos glosando, cobra inusitados matices con caracteres desbordantes, cuando pinta con palabras diamantinas a nuestro inigualable paisaje, tan multicolor, extraordinario y sublime, como en estos versos:- “... un paraíso de arena...” (“Paraíso”)- “... rebaño de cerros...” (“Pompas fúnebres”)- “... el sol aparece como un perro furioso en los *** ...” (“No tengo certidumbre del tiempo”)- “...resolviéndose tu mar como altos pinosdespeinados por la brisa...” (“En Punta Rocas”)- “Las palabras treparon como una enredadera por las húmedas paredes...” (“El 14 de marzo”)Si los poéticos acaeceres armijismo la pretendiésemos reunir en un haz de expresiones vitales, podría acaso constituirse una verdadera antología inigualable en nuestra poesía, porque es el poeta que consume su vida total en los elementos de nuestros paisajes que los copia con excelso placer e inigualable sentido estético del color y de la forma.d. Los topónimos, como vehículo de profundo contenido telúrico, logra en la poesía de Armijos extraordinarios matices y vehemencias insospechadas, desde el pleno solar terrígena, donde nacieron nuestros antepasados, hasta su pertinaz ambular por extranjeros confines.Las referencias a la toponimia peruana adquieren multitudinarias expresiones telúricas en casi todos los poemas y en sus simbólicos versos, a tal punto que nos conducen al asombro y al enigma. En un intento de esquematización los podríamos agrupar como sigue:La toponimia peruana: adquiere específicas y claras alusiones que bordean el paisaje peruano, con citas frecuentes y puntuales –ya lo dijimos– en torno a heterogéneos y ancestrales elementos de nuestros paisajes, elementos muchos de ellos en la toponimia peruana.Toponimia limeña: es la más abundante, fecunda y gravitante en la entraña poética de Armijos; así desfilan nombres de calles, barrios, puertos, urbanizaciones, lugares históricos, etc.; en abierto manejo, colmado de alusiones certeras, de experiencias desbordantes, de recuerdos inusitados o de simples y anecdóticas remembranzas tejidos de ejercicios emocionales en el deambular de su quehacer personal, cuando dice, “las calles borrachas de Lima”... (“Antiguo amor”).En verdad, los topónimos manejados por Armijos tienen que ver intensamente con un largo y pertinaz a la vez intenso recorrido, reiteramos , a lo largo y ancho de nuestra patria, seguramente desde cuando regresó tras un pertinaz viaje, “...una noche al Perú”...” (“El Manzano Rosa”)...”Constituiría una extensa y larga referencia a los innumerables topónimos que se incrustan en la temática de sus versos; en otra oportunidad, acaso, próxima, podamos referirnos a ello.El poemario culmina en su tránsito final por el agitado mar de su poesía, en tres excelente y armónicas prosas poéticas....”“Ritual Nocturno”“Toxicomanía” (1) y“Toxicomanía” (2)Los textos de estas prosas se inundan de fantasía al mostrar la cobertura humana, la implicancia de la problemática cotidiana en el actual mundo limeño y peruano, en su contenido social y económico, a la par que anecdótico y consustancial a la conducta y al intenso descubrir de la sociedad peruana de este último medio siglo.Gustavo Armijos, con esta su intensa y vibrante estancia poética, se ubica en el cimero símbolo de su poesía vertebral y en el centro mismo: luminoso e intenso del quehacer poético del Perú actual.
HOMBRE Y HUELLA
GUSTAVO Y LA TORTUGA CAMINANTE
Por Felipe Tapia
En nuestro país, indiferente al acto cultural, en el que se valora más lo utilitario, lo rentable, donde las autoridades avalan y apoyan lo fácil, lo que sirve para la “exportación”, donde se menosprecia el quehacer cultural y educativo, mantener una revista que se dedique a promover poesía, a presentar a los nuevos valores y también a los consagrados, y que lo haga por más de once años, luchando contra viento y marea, merece respeto y admiración, y, sobre todo, reconocimiento.Gustavo Armijos, poeta, periodista, ensayista y promotor cultural, es el padre de “La Tortuga Ecuestre”, revista que recorre el país y sale al exterior para llegar a las manos de quienes aman la vida y sueñan con días mejores para esta dolida tierra ensangrentada y olvidada.Comprendemos la titánica labor de Gustavo Armijos; por un lado, conseguir “material”, luego la impresión, que en los actuales momentos, es sumamente costosa, después, la distribución, es decir, la venta, que, más de las veces, no logra cubrir los gastos. Entonces, ¿por qué edita La Tortuga Ecuestre? Porque la literatura es amante difícil de renunciar o desprenderse, pues se comprenderá tanto que forma parte del ser, del pensante y es ella quien orienta sus pasos.La Tortuga Ecuestre con su lento caminar por el territorio patrio, está haciendo historia y demostrando de lo que es capaz cuando se quiere realizar actos positivos que vayan en bien de la nación.Gustavo Armijos como poeta tiene diversos libros que testimonian la lucha de una vida: ensayos sobre poesía y antologías de autores de su generación, aparte de diversos artículos en diarios y revistas sobre literatura.La tesonera labor de quien dice: “El artista debe ser integral. No concibo un artista que no se solidariza con otros creadores que tienen sus mismas inquietudes y a quienes el sistema no permite una tribuna donde dar a conocer sus textos creativos. Este es un país de carencia total de oportunidades...”, es comprendida por quienes sienten el mismo latir. Por quienes también se angustian frente a la insensibilidad de las personas y ante la injusticia de su sociedad.Armijos, autor de Celebraciones de un trovador, Liturgia de la Vigilia, Tierra del exilio y últimamente Conversatorio, tercamente sigue de pie con su “Tortuga Ecuestre”, caminante solitaria y hondamente humana.
N. del E. En El Nacional. Lima, 20 de setiembre de 1987
ANTOLOGÍA DE LA POESIA PERUANA (los años 70)
Por Tulio Mora

En ese laberinto de curiosidades en que se está convirtiendo la poesía desde que los antologadores cometen atentados contra ella, hoy nos aparece otra debida a Gustavo Armijos, poeta que obtuviera el primer premio de poesía de la Municipalidad de Lima en 1981 y que por edad e identidad pertenece a lo que se llama (de una manera más que discursiva) la generación del 70.Este detalle es particularmente resaltante porque Armijos se ha declarado “setentista”, parcialidad en la que éste ha usado una manga muy ancha, como por ejemplo para incluir dentro de su libro a Manuel Pantigoso, a Ricardo Silva Santisteban, a Arnold Castillo y Carlos Zúñiga, poetas que debe... del 80.Por qué las antologías recientes resultan verdaderos desaciertos empastados? ¿Es que nos hemos prejuiciado tanto que la sola que la sola aparición de una de ellas nos causa sentimientos de sospecha? Aquel abuelo venerable que fue don Guillermo de Torre declaraba en 1943 (“El pleito de las antologías” en “La aventura y el orden”) que detrás de una antología hay más errores que aciertos. También dijo que son inevitables y esto parece ser una ley en un mundo como el de la poesía que está en contra de toda ley.¿Qué sensación tendrá un lector extranjero de una antología como la de González Vigil o ésta de Armijos me adelanto a creer que de confusión. Toda esta historia acerca de la influencia anglonorteamericana, toda esta repetición acerca de lo generacional, característico de una “poesía callejera” (como la llaman) no hace más que repetir equivocaciones que comenzaron desde “Estos 13” aunque en descargo del libro de Oviedo habría que decir que tuvo el coraje de exhibir una corriente poética que estaba naciendo como la contraparte de los cosmopolitas de “Los nuevos” de Leonidas Cevallos.Para empezar, habría que referir que la influencia no sólo partió de una lectura “beat”, sino y principalmente de los modernistas brasileños y de los vanguardistas latinoamericanos. De allí toda esta concepción acerca de lo nacional (tema central de las postulaciones teóricas de la semana del arte modernistas en 1933) y de la experimentación como un fenómeno natural asociado a la elaboración poética.Estas referencias son pertinentes para desterrar una falacia por lo menos en una parte considerable de la poesía de los años 70. la otra es para desterrar el bendito concepto de las generaciones ya que éstas no existen más que para la clasificación cómoda de los críticos, de quienes hay que lamentar su incapacidad de cohesionar una tesis imaginativa acerca de las nuevas poesías existentes en el Perú después de 1965.Pero todo esto rebasa (y en exceso) la propuesta de Armijos con quien podemos estar de acuerdo cuando se declara “setentista” de camiseta, pero con quien no podemos compartir un riesgo mal asumido. La antología de la poesía del 70 sigue esperando un antologador y el cartel de “vacante” pende como un enorme aviso luminoso en alguna calle de Lima .
ANTOLOGÍA DE LA POESIA PERUANA (los años 70)
Por Jorge Valenzuela
Toda antología resulta ser, salvo claras y valiosas excepciones, lo ha dicho más de un crítico, entre ellos Guillermo de Torre con mucha más agudeza que ningún otro, un refugio de medianías, un reducto en el cual logros brillantes e importantes se mezclan con intentos de menor valor y escasa trascendencia. En nuestro medio esto no es una excepción y las muestras abundan tanto en prosa como en poesía.Con respecto a la llamada generación del ’70, los intentos antológicos han sido varios, así como diferentes los criterios de selección y representatividad. En efecto, estos intentos se han venido dando desde la antología de José Miguel Oviedo “Estos trece” publicada en 1973, hasta la última elaborada por Gustavo Armijos Antología de la poesía peruana (los años 70) publicada en estos días.Esta antología, precedida por un prólogo contradictorio cae en más de un lugar común y vuelve sobre planteamientos que no aportan, ni esclarecen el fenómeno poético de los años ’70. de un lado se sostiene un radical rompimiento con toda la poesía anterior desde Hora Zero y sus manifiestos y de otro se reconoce la influencia de la poesía del 60, en tanto ésta, como la del ’70 se orienta hacia una preferencia por la imagen sobre la metáfora y asume el tono conversacional y la vertiente del coloquialismo propias de la poesía inglesa y norteamericana de este siglo. Esta pluralidad de puntos de vista no hace más que confundir y oscurecer el panorama poético de los años 70 en tanto este movimiento se articula alrededor de principios claramente establecidos a través de manifiestos concretos y del propio ejercicio poético de sus integrantes, principios diferentes de los que sustentaron la poesía de la llamada generación de “Los nuevos” integrada por Martos, Cisneros, Hinostroza y Ortega. Si por un lado es verdad que las influencias parten de una lectura de los poetas “beatnick” es sobre todo la lectura de los modernistas brasileños y una concepción netamente experimental, de la poesía la que marcará a poetas como Verástegui o Ramírez Ruíz. Cabe señalar una desmesura en la muestra de un abanico de propuestas libremente desarrolladas en el período tratado y el descuido en el señalamiento de la poética dominante. En la “pluralidad” de escrituras el hábeas llega a difuminarse y la muestra a decaer. Aquí no es tan importante que poetas como Manuel Pantigoso o Ricardo Silva S. por edad no deben ser incluidos, lo que importa según mi opinión es que los criterios utilizados para realizar la antología no han tenido en cuenta la representatividad y la trascendencia poética necesarias para mostrar coherentemente el conjunto de normas de escritura propias de un grupo de poetas que quisieron cambiar, con eficacia o sin ella, la historia lo dirá, los rumbos de la poesía peruana de los últimos años.No obstante rescatamos para Armijos el intento aproximativo, en tanto se enfrenta con todos los riesgos que conlleva elaborar una antología, de los cuales muy pocos, lamentablemente, salen airosos.
En El Caballo Rojo. Lima, 29 de setiembre de 1985
LOS AÑOS 70 DE LA POESIA
Por César Vega Herrera
Veintiséis poetas, un prólogo y una minuciosa bibliografía (antología y ensayos) perfilan la más reciente Antología de la poesía peruana –los años 70-. Asimismo, cada poeta en estricta relación cronológica, empezando por Manuel Pantigoso, yendo por Elqui Burgos y acabando, momentáneamente, con Mario Montalbetti, está, correctamente precedido por una concisa y siempre necesaria bibliografía. Y aunque, quizá pecado venial en nuestro mundo de las antologías, los escogidos, en la mayoría de los casos, por abundantes y explicables razones, aún no reúnen una obra más o menos vasta.Así, leemos en el prólogo, del antologador Gustavo Armijos “... La denominada poesía del 70 en una época donde la producción de sus poetas se define a través de grupos o de individualidades destacadas, permiten ver el tratamiento de las diversas tendencias que primaron durante sus primeros “momentos”. Y seguidamente cita algunos testimonios: Enrique Verástegui dice: “¿Poesía en el Perú? Carecemos de una imagen de la poesía porque carecemos de nuestra propia imagen. El país de los incas, como el país de los paracas o de los chimús o de los tiahuanacos; es todavía absolutamente desconocido”. Y Tulio Mora afirma: “Toda realidad social supone una toma de conciencia, de oposición, de aceptación, de permanecer dormido ante un determinado estado.”Páginas más allá del inquieto prólogo, seguimos leyendo: “De otro lado la poesía del 70 aparece signada con la actitud de rebeldía y de exploración...” Cosa que se confirma casi en los veintiséis poetas que a diferencia de las generaciones del 50 y del 60, exceptuando a Romualdo, Nieto, Florián y otros, se desbordan en el habla popular y en sus historias tan vigorosas y fecundas. He aquí unos versos de Pimentel: “Rimbaud apareció en Lima un 18 de julio de mil novecientos sesenta y dos / Venía calle abajo con un sobretodo negro y un par de botines marrones./ Se le vio por La Colmena repartiendo volantes de apoyo a la huelga de los maestros / y en una penosa marcha de los obreros de calzado “El Diamante” y “Moraveco S.A.”,/ reapareciendo por la plazuela... mientras entre atónito y estupefacto / releía un periódico de la tarde...” Para terminar, por ahora, siempre con la mira puesta en este heterogéneo grupo cuyo acento salta más a la vista en el Movimiento Hora Zero, recordemos unos versos de Jorge Nájar: “Más tarde me disculparé, cargándoles la culpa / a mis congéneres, por la grosería de mi voz, por la gran ruleta de la costumbre. Allá / más allá del monte me esperará / la santa inquisición para cortarme la lengua / por haber divulgado el secreto de estos días”.
En El Nacional Lima, martes 15 de octubre de 1985.
LA POESIA PERUANA DEL 70
Por Alberto Villagómez
La poesía no interesa a nadie, excepto a los poetas. La producción poética no se difunde con la misma facilidad e incitando igual interés que la narrativa o el ensayo. Es fácil constatar las continuas ediciones y reediciones de ejemplares de estos dos últimos géneros aludidos, lo que difícil o casi nunca ocurre con los libros de poesía.Sin embargo, la poesía que germinó y floreció en la década del setenta en el país, a diferencia de la producción en la década antecedente y de la que se viene haciendo en la del 80, generó todo un movimiento literario compacto y estridente, que cohabitó con el escándalo publicitario que no sólo atiborró los cenáculos literarios sino que inundó la bohemia intelectual de la época (vía “El Palermo”, “El Versalles”, “El Woni”, etc.), multiplicó la creación de surtidas revistas literarias (Girángora, Mabú, Hipócrita lector, La manzana mordida, La Tortuga Ecuestre y otras), y gestó variopintas agrupaciones poéticas o renovó a algunas ya existentes (1º de Mayo, Estación Reunida, Gleba y Hora Zero, entre otras.Sus cultores se lanzaron, con su poema bajo el brazo, a la conquista de un mayor espacio físico para sus recitales y otros eventos, y un mayor espacio político para sus denuncias y aspiraciones. Lo que transitó por aquellos años fue un vasto y fructífero movimiento cultural, en el que fueron descollando en su dinámica más de una veintena de bardos que forjaron, año a año y página a página, una de las poéticas más urgentes y desgarradoras, más frescas e innovadoras, al mismo tiempo.Aquella década se inició con un certamen poco aludido por los literatos: El Primer Encuentro de Escritores Jóvenes del Perú, denominado “Combatientes de Huanta y Ayacucho”, realizado en abril de 1970, en la ciudad de Jauja, bajo los auspicios de la Universidad Nacional de Educación “Enrique Guzmán y Valle, y a la que asistieron cerca de un centenar de participantes que se caracterizaron por la solidez de sus afirmaciones teóricas y por el tono vehemente de sus argumentaciones.Sobre esta hornada de poetas existen cinco antologías que registran las voces existen cinco antologías que registran las voces más significativas: la de Alberto Escobar (1973), la de José Miguel Oviedo (Estos 13, 1973, la de Augusto Tamayo Vargas (en Contacto 1978), la de César Toro Montalvo (1978), y la de Gustavo Armijos, editada bajo los auspicios del Colegio de Periodistas del Perú (1985).La selección hecha por Armijos logra reunir diversas voces contradictorias y disonantes entre sí, con un número suficiente de poetas de veintiséis antologados y esta característica permite observar que la mayoría de los poetas ha afinado sus recursos estéticos, ha profundizado y depurado el tratamiento temático y discursivo de sus creaciones.Al lenguaje virulento, inconformista e irreverente de Jorge Pimentel y Enrique Verástegui se adiciona el romanticismo de Manuel Pantigoso, Ricardo Silva Santisteban, Arnold Castillo, Carlos Zúñiga . Simultáneamente al naturalismo y prosaísmo coloquial de Manuel Morales, Danilo Sánchez Lhion, Juan Ramírez, Abelardo Sánchez, José Watanabe y Gustavo Armijos, se patentiza el lirismo desbordante de Antonio Cilloniz, Jorge Nájar, Armando Rojas, Elqui Burgos, Enrique Sánchez, Mario Montalbetti y Tulio Mora. Frente al experimentalismo lúdico de César Toro, Omar Aramayo y Juan Ramírez (en algunos momentos) se erige el registro de la crónica documental y la denuncia política de Feliciano Mejía y Cesáreo Martínez.Todos ellos van a hurgar sus propias vidas cotidianas, van a recoger de sus frustraciones y soledades, de su entorno citadino, de su marginalidad y desarraigo, de la violencia urbana y su imaginería aleatoria, los materiales obsesivos de sus propuestas poéticas. La masiva y fervorosa hornada de poetas del 70 se ha ido decantando en sus cultores más significativos; a ellos proseguirán los novísimos poetas del 80.Por eso, es necesario estimular y promover las diversas ediciones de otras antologías y el desarrollo de otras formas y mecanismos de ampliación del circuito de difusión y consumo de la poesía peruana. Nos debe preocupar no tanto sobre qué escriben los poetas, sino también –parafraseando a García Márquez- nos debe preocupar por qué los poetas no tienen quién los lea.
POESIA DE LOS SETENTA
Por Arnold Castillo
Temas de difícil tratamiento por lo que justifican y omiten son las antologías, no muy frecuentes en nuestro medio. Gustavo Armijos, poeta, acaba de poner en circulación una denominada “Antología de la poesía peruana” (Los años 70). Esta clase de trabajos han sido transitados en su mayoría por poetas más que por críticos (Romualdo, Salazar Bondy, Abril, Scorza, Eielson, Sologuren) a quien ha guiado no tanto la metodología del acuciente investigador sino la sensibilidad e intuición. Los logros han sido siempre positivos, pues en algunos casos rescataron a algunos poetas “olvidados” y a otros supieron darle su vigencia. El deseo de este autor no es asombrarnos con un trabajo “monumental”, mas bien enfoca su alternativa en mostrar una fase o renglón de la poesía de la década del setenta. El mencionado trabajo antológico revela a cada poeta, desde poemas ya conocidos a otros recientemente inéditos, para que el anverso y el reverso de la producción facilite una estima más cerca de lo que viene haciendo cada autor. No se trata de “inmortalizar” en vida a nadie sino de exponer un conjunto de trabajos poéticos. Tampoco intenta ser una pieza erudita sobre el discurso de la poesía, porque a este paso estaría convirtiéndose en un típico centón de sesudos lectores (como algo esclarecedor puede verse al respecto la nota de Alberto Escobar titulada “Las antologías y la educación” en “revista de crítica literaria latinoamericana”, Nº 20). Se trata pensamos de otro caso; directo, vital y accesible a cualquier persona interesada en leer poesía y no texto de consulta académica.En líneas generales, la antología (Los años 70) que reúne a 26 poetas, es una suerte de procesos por mostrar, en máxima amplitud, el recorrido interior de esta poesía, que grafica todo un espectro del suceso creador de la década mencionada. La necesidad de reunir diversas escrituras poéticas, expresan el deseo de su verificación, como una suma de opuestos y coincidencias, en cuyo trasluz de contraposiciones, podemos ver un cuerpo de escrituras precisando sus aciertos. El énfasis de cada antologado está en el desarrollo de una propia personalidad verbal, como podrían ser los ejemplos de los poetas Manuel Morales, César Toro Montalvo, Juan Ramírez Ruíz, Yerovi o Carlos Zúñiga. La recopilación de Armijos manifiesta una imagen de formas poéticas en su versión primera sin las acostumbradas “trampas” de la nota explicativa. Donde el antologador trata de exhibir generalmente una amplitud de criterios que complican la lectura y la interpretación del texto. En el caso de esta antología las precisiones correspondientes tienen su explicación en el prólogo, el cual consiste fundamentalmente en una exposición de conceptos sobre la poesía que antóloga y discierne supuestos, y de confrontación, con la denominada poesía de los años sesenta. Finalmente se puede indicar que el individuo que el trabajo de Armijos concilia su aporte en mostrar una nueva perspectiva, de la producción del setenta, con otros nuevos materiales que la rediseñan.
En Hoy, Lima, domingo 5 de enero de 1986.
26 POETAS DE LA HORNADA DE LOS AÑOS 70
Por Pilar Ramos
Gustavo Armijos, poeta piurano, profesor y periodista; ganador del Primer Premio de Poesía de la Municipalidad de Lima 1981, acaba de publicar una “Antología de la Poesía Peruana – Los años 70”, bajo los auspicios del Colegio de Periodistas del Perú. Asumiendo los riesgos que implica cohesionar las obras de poetas haciendo una selección por años o por las tan discutibles “generaciones” –que provoca irritación entre los mismos antologados– Gustavo Armijos ha reunido en su Antología a 26 poetas que él considera de la hornada de los años setenta.Refiriéndose a la poesía de los ’70, Armijos considera que “a diferencia de la producida en la década antecedente y de la que se viene haciendo en el 80, generó todo un movimiento literario compacto y estridente, que cohabitó con el escándalo publicitario; que no sólo atiborró los cenáculos literarios sino que inundó la bohemia intelectual de la época (vía “El Palermo”, “El Versalles”, “El Wony”, etc.), multiplicó la creación de surtidas revistas literarias (Girángora, Mabú, Hipócrita Lector, La Manzana Mordida, La Tortuga Ecuestre y otras), y gestó variopintas agrupaciones poéticas o renovó a algunas ya existentes (1º de Mayo, Estación Reunida, Gleba y Hora Zero, entre otras).Según Armijos, la mayoría de sus cultores se lanzaron con su poema bajo el brazo a la conquista de un mayor espacio físico para sus recitales y otros eventos y un mayor espacio político para sus denuncias y aspiraciones.“Lo que transitó por aquellos años –remarca– fue un vasto y fructífero movimiento cultural, en el que fueron descollando en su dinámica más de una veintena de bardos que forjaron, año a año y página a página, una de las poéticas más urgentes y desgarradoras, más frescas e innovadoras, al mismo tiempo”.Recuerda Armijos que aquella década se inició con un certamen poco aludido por los literatos: el Primer Encuentro de Escritores Jóvenes del Perú, realizado en abril del 70, en la ciudad de Jauja, bajo los auspicios de la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle, y a la que asistieron cerca de un centenar de participantes que se caracterizaron por la solidez de sus afirmaciones teóricas y por el tono vehemente de sus argumentaciones.
26 POETAS
Sobre esta hornada de poetas existen cinco antologías: la de Alberto Escobar (1973), la de José Miguel Oviedo (Estos 13, 1973), la de Augusto Tamayo Vargas (en Contacto, 1978), la de César Toro Montalvo (1978) y ahora la de Gustavo Armijos.En su Antología, Gustavo Armijos ha reunido a 26 poetas “sus diversas voces contradictorias y disonantes entre sí, con un número suficiente de poemas de cada antología que permite al lector identificar la personalidad poética de cada autor”.“Esta última antología intenta comprobar que la mayoría de los poetas han afinado sus recursos estéticos, han profundizado y depurado el tratamiento temático y discursivo de sus creaciones. Al lenguaje virulento, inconformista e irreverente de Jorge Pimentel y Enrique Verástegui se adiciona el romanticismo de Manuel Pantigoso, Ricardo Silva Santisteban. Simultáneamente al naturalismo y prosaísmo coloquial de Manuel Morales, Danilo Sánchez Lhión, Juan Ramírez Ruíz, Abelardo Sánchez, José Watanabe y Gustavo Armijos, se patentiza el lirismo desbordante de Antonio Cillóniz, Jorge Nájar, Armando Rojas, Elqui Burgos, Enrique Sánchez, Mario Montalbetti y Tulio Mora. Frente al experimentalismo lúdico de César Toro Montalvo, Omar Aramayo y Juan Ramírez (en algunos momentos) se erige el registro de la crónica documental y la denuncia política de Feliciano Mejía y Cesáreo Martínez, explica el antologuista esclareciendo sus criterios de selección.“Todos ellos van a hurgar sus propias vidas cotidianas, van a recoger sus frustraciones y soledades de su entorno citadino, de su marginalidad y desarraigo, de la violencia urbana y su imaginería aleatoria, los materialistas obsesivos de sus propuestas poéticas”, concluye Armijos.
En La Tercera de La Crónica Lima, miércoles 30 de octubre de 1985
ANTOLOGÍA DE LA POESÍA PERUANA
Después de tres libros de poesía, Gustavo Armijos vuelve a publicar. Y aunque esta vez la musa no ha estado presente para sugerirle los versos, el trabajo ha sido igualmente paciente y esforzado.Antología de la Poesía Peruana (los años 70) es la obra que acaba de editar con los auspicios del Colegio de Periodistas del Perú, que reúne la obra de 26 poetas con un número suficiente de poemas que permite identificar fácilmente su personalidad.El motivo de reunir la obra poética en un compendio es sencillo. Sucede que la poesía no se difunde con la misma facilidad que la narrativa o el ensayo. Fácil es constatar las continuas ediciones y reediciones de ejemplares de estos dos últimos ensayos y rara vez de los libros de poesía. Pero la poesía que germinó y floreció en los años 70 en el país, a diferencia de la producida en el 60 y de la que se viene haciendo ahora, generó todo un movimiento literario compacto y estridente, que cohabitó, inclusive con el escándalo publicitario.“La mayoría de sus cultores se lanzaron con su poema bajo el brazo a la conquista de un mayor espacio físico para sus recitales y otros eventos y un mayor espacio político para sus denuncias y aspiraciones”, expresa Armijos.Aquella década se inició con un certamen poco tocado por los literatos: el Primer Encuentro de Escritores Jóvenes del Perú, realizado en abril del 70, en la ciudad de Jauja, bajo los auspicios de la Universidad Nacional de Educación Enrique Guzmán y Valle”. En ese tiempo, recuerda el poeta, había una efervescencia tremenda en las letras, sobre todo en la producción poética. Asistieron a ese encuentro más de un centenar de participantes que se caracterizaron por la solidez de sus afirmaciones teóricas y por el tono vehemente de sus argumentos.Sobre esta generación de poetas existen ya cuatro antologías que registran las voces más significativas. Alberto Escobar, José Miguel Oviedo, Augusto Tamayo Vargas, César Toro Montalvo precedieron el trabajo de Armijos. No obstante, en esta nueva antología se observa que la mayoría de los poetas han afinado sus recursos estéticos, profundizando en el tratamiento temático y discursivo de sus creaciones.Al lenguaje virulento, inconformista e irreverente de Jorge Pimentel y Enrique Verástegui se suma el romanticismo de Manuel Pantigoso, Ricardo Silva Santisteban. Igualmente, el naturalismo de Manuel Morales, Danilo Sánchez Lhión, Juan Ramírez Ruíz, Abelardo Sánchez, y José Watanabe contrasta con el lirismo desbordante de Antonio Cillóniz, Jorge Nájar, Armando Rojas, Elqui Burgos, Enrique Sánchez, Mario Montalbetti y Tulio Mora. Frente al experimentalismo lúdico de César Toro Montalvo, Omar Aramayo se erige el registro de la crónica documental y la denuncia política de Feliciano Mejía y Cesáreo Martínez, se levanta para matizar la producción poética de la década pasada.Sus autores recogen de la propia vida, sus frustraciones y soledades, de anhelos y satisfacciones, de la violencia e imaginación, los materiales para sus particulares mensajes y propuestas.Todo ello se condensa en la compilación de Gustavo Armijos, y quizás esta masiva y fervorosa generación de poetas del 70 que se va decantando y enriqueciendo en nuestra época con los nuevos valores, merezcan un próximo trabajo serio y ordenado como ANTOLOGÍA DE LA POESÍA PERUANA (los años 70).
En Variedades Lima, domingo 8 de diciembre de 1985.
BIBLIOGRAFÍA DE GUSTAVO ARMIJOS / CARLOS VALENCIA
Gustavo Armijos estudió Periodismo e Idiomas en la Universidad Católica y Educación en la especialidad de Lengua y Literatura en la Universidad Inca Garcilaso de la Vega.
En 1973 funda la revista La tortuga ecuestre. Se dedica a la docencia y al periodismo.Esta generación -del 70- es aquella de la cual más estudios e investigaciones han realizado los críticos e investigadores literarios.Armijos es un poeta de la generación del 70, insular, surrealista, indomable, pero sus voz poética y su versificación la expone como parte de un camino, una trayectoria de sus añoranzas, sueños, un romanticismo desolador que cubre espacios en su poesía, en evocación del abrasador sol piurano que lo vio nacer y en un atardecer limeño en una cabina de radio; o dictando clases.Por su producción poética, muchas secciones culturales le ha dedicado un espacio en los diarios limeños, como El Comercio, Expreso, Ojo, La República, El Peruano.Y en otros diarios que ya dejaron de circular, como La Prensa, El Nacional, El Observador, La Crónica (La tercera de la Crónica), El diario de Marka, Cambio.Y en Provincias, La Voz de Huancayo, La Industria de Trujillo, Correo de Piura.En las revistas, El Caballo Rojo, La Manzana Mordida, Época, Runa, Visión Peruana, Caretas entre otras en provincias y el extranjero.En el extranjero las secciones culturales de Argentina, España, Colombia y Venezuela.Poetas y críticos literarios de la talla de Augusto Tamayo Vargas, Manuel Pantigoso, Luis Hernán Ramírez, César Ángeles Caballero, Ismael Pinto, Iván Rodríguez Chávez, Manuel Velásquez Rojas, Carlos Meneses, Carlos Zúñiga Segura, Jesús Cabel y Ricardo González Vigil, han escrito sobre su poesíaEntre las nuevas generaciones, podemos nombrar a Antonio Sarmiento, Raúl Jurado Párraga, Jorge Ita Gómez han realizado estudios de su obra.Este inventario bibliográfico que presentamos, (posee una ausencia) adolece de su respectivo número de página, cuando se trata de textos de revistas o periódicos o fanzines. Debe incluir dichos datos, que no se consignan. Pero siempre es necesario una nueva revisión para ubicar con mayor certeza la ficha hemerográfica. Y del mismo modo señalar específicamente cuando se trata de un suplemento cultural de una revista literaria, o de un libro.Al fin y al cabo creemos que el autor Gustavo Armijos, conoce más que los investigadores sobre su bibliografía y deseamos muchos años para La Tortuga Ecuestre y como decía Sofocleto "No es que La Tortuga viva mucho, lo que sucede es que vive más despacio".
BIBLIOGRAFÍA DE GUSTAVO ARMIJOS
Abreviaturas:Editorial = Edt.Ediciones = Eds.Suplemento Cultural. = Sup. Cult.Suplemento Dominical. = Sup. Dom.Cuando una nota de redacción no tiene autor se ha colocado (Equipo de Redacción)Y en el caso de tratarse de un documento hecho por una Municipalidad, que carece de autor se ha puesto (Dirección de Cultura).
POEMARIOS DE GUSTAVO ARMIJOS.
RETRATO HUMANO. Eds. Continente, Lima,1971CELEBRACIONES DE UN TROVADOR. (Prólogo: Luis Hernán Ramírez) Edt. Ames Lima,1977LITURGIA DE LA VIGILIA., Edt. Ames, Lima,1979CANTIGAS DE RUTH., Eds. Capulí Lima,1980TIERRAS DEL EXILIO. Eds. Arte Reda, Lima,1982CONVERSATORIO. Eds. Haraui, 1989CELEBRANDO AL TROVADOR. Eds. Capulí, Lima,1991EN ESTA VIEJA NAVE. (Prólogo de César Toro Montalvo), Eds. de la Universidad Cristiana del Perú, "María Inmaculada", Lima,1998.EN ESTA VIEJA NAVE Y OTROS POEMAS. (Prólogo: Antonio Sarmiento y Colofón: Cesar A. Ángeles Caballero) Edt. San Marcos, Lima, 2003.VARIA CANCIÓN. (Prólogo de Migual Angel Guzmán Dávila) Fondo Edt. de la Universidad Inca Garcilaso de la Vega. Lima, 2003.
RESEÑAS SOBRE GUSTAVO ARMIJOS
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Lima, 7 de enero de 1982.(------------------------) "González Viaña 1 er. premio en concurso municipal de cuento. El premio de poesía fue para Gustavo Armijos". En: El Observador. Lima, 9 de enero de 1982.(------------------------) "Poeta Mangache gana premio" En. La República. Lima, 20 de enero de 1982.(------------------------) "Vigencia de Moro". En. Caretas. Lima, 21 de agosto de 1989(------------------------) "17 poetas en la antología de la generación del 70" En: La República. Lima, martes 4 de junio de 1996.(------------------------) "Los memorables de los años 70" En: El Diario. Lima,13 de noviembre de 1983(------------------------) "La poesía de Gustavo Armijos" En: Garcilaso. La palabra cultural de Ojo. Lima, miércoles 20 de septiembre de 1978. "El esplendoroso regocijo de la nueva poesía peruana" En: Garcilaso. La palabra cultural de Ojo. Lima, miércoles 15 de noviembre de 1978.Estrada Morales, José. "La tortuga ecuestre" En: Época. Actualidad Gráfica del Norte. 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